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Juanito Oiarzábal.

Juanito Oiarzábal.
 

Este vasco que no responde a otro nombre que no sea el de Juanito se había planteado acabar la carrera de los ochomiles antes del 2000, y lo ha conseguido. Pero esta hazaña no es solo una montaña, la última ascensión que le da el título de sexto hombre de la Tierra que lo consigue; cada montaña, cada ascensión, cada expedición es un recuerdo, alegre o amargo. Son catorce años de montaña que hoy por hoy resume diciendo que la montaña se lo ha dado todo. Hoy se siente feliz.

¿Cuál ha sido tu progresión montañera?

Toda mi progresión en montaña se ha fundado en la escalada en roca. Con catorce años empecé a escalar en Pirineos, en Picos de Europa, en los Alpes y después di el salto a macizos fuera de Europa: en Alaska, Kenia, abriendo vías en el Couloir del Diamante... No fue hasta 1985 que hice mi primera expedición al Himalaya, concretamente al Cho Oyu. De todos modos me gustan todas las disciplinas que se realizan en montaña, pero sin lugar a dudas, lo que más me gusta es escalar en roca.

¿Ves la montaña como un reto deportivo o como algo personal?

La montaña es una manera de vivir. Para mí la montaña lo ha sido todo, desde que empecé, me di cuenta de que eso era lo que me gustaba y eso es lo que he seguido haciendo. La montaña me lo ha dado todo, a mis grandes amigos, a mi mujer, me ha permitido conocer países maravillosos, culturas distintas y eso es lo que voy a seguir haciendo.

¿La carrera por los más altos llega a convertirse más en un tachar en una lista que en disfrutar verdaderamente con la ascensión?

Cuando yo hice el primer ochomil no me planteé que iba a comenzar la carrera de los ochomiles, pero poco a poco se van dando las circunstancias y en 1987 volvemos al Himalaya para conocer Pakistán y ascender una montaña en la cordillera del Karakorum. Las sensaciones de los primeros ochomiles son distintas a las de los últimos: eran otros momentos, eran diferentes materiales, existía otra mentalidad, no había tanta información como ahora y, era una manera de vivir las montañas diferente. Después de haber hecho la trilogía en el Himalaya (3 ochomiles en el 85), entonces ya me planteé definitivamente completar estas 14 cumbres. Sí que es cierto que ha habido una cierta presión, pero por parte del propio Juanito Oiarzábal; había momentos en los que iba a una montaña, para subirla lo antes posible y llegar sano y salvo al campo base. No es que no disfrutara, sino no hubiera ido, pero es una manera diferente a la del principio. A pesar de todo, hay montañas con un carisma especial, el K2, el Kanchenjunga, hacer vías de dificultad en el Shisha... que tienen su propio encanto. Pero la primera sensación que tuve después de subir mi primer ochomil (el Cho Oyu), no la he vuelto a tener.

La carrera de los 14 es a la vez una competición contrarreloj, para que otro no lo haga antes que tú?

No, en absoluto. Yo siempre he dicho que quería terminar los 14 ochomiles y me daba igual la posición (sexto, séptimo o noveno). Lo importante en aquel momento era que yo tenía el respaldo para poder completarlos. Lo demás me daba igual. Ha sido un privilegio para mí tener ese apoyo económico detrás, que me ha permitido acceder en 23 ocasiones al Himalaya.

Las circunstancias de la montaña, aislamiento, estrecha convivencia, frío y riesgo, ¿convierten la aventura en algo irreal?

Después de tantas expediciones estas cosas no se piensan. La montaña es totalmente real y lo que hacemos ahí es también muy real. Cuando pasas un mes en el campo base sin poder menearte porque no existen buenas condiciones climatológicas, es cuando piensas que la situación es surrealista...

La muerte...

Cuando vamos al Himalaya creo que llevamos un cierto grado de compromiso con nosotros mismos, en el sentido de que sabemos que no estamos exentos de que me caiga una avalancha, me cuele en una grieta o me caiga un pedazo de hielo o incluso, que me dé un edema. Cuando salgo hacia el Himalaya, sé que tengo -y que he tenido- muchos boletos para quedarme allá. Una muerte aquí, en casa, la admites de una manera diferente a una muerte en la montaña. He perdido a tres amigos en la montaña: Antonio Miranda en el Everest, Atxo Apellaniz en el K2 y el Zulu, Jose Luis Zuluaga en la cara Sudeste del Shisha Pangma. En el K2 yo no estaba, lo habíamos hecho el mismo año, pero no iba en la expedición, Atxo murió de agotamiento. En el Everest el accidente se produjo bajando de la cumbre, Antonio bajaba con Nacho, tropezó y cayó por la pared del Lothse 2.000 metros y se mató.

En el Shisha tuvimos un accidente aclimatando en el Ice Tooth, cayó una avalancha de placa que nos envolvió a cuatro: Alberto Iñurrategui, Juan Vallejo, Zulu y yo. Zulu quedó enterrado debajo de la nieve y fue imposible recuperarlo. Fueron momentos bastante difíciles. Pero si tengo que resaltar una situación personal muy crítica debo referirme al Kangchenjunga, a pesar de que no hubo ningún accidente mortal. Cuando llegué a la cima de esta montaña me dio una taquicardia y estuve diez minutos pensando que me moría, que había llegado el final. Encima se metió la nube y hubo una tormenta horrorosa, pero allí estaban Félix y Alberto Iñurrategui para ayudarme y se portaron como unos auténticos caballeros. Muchas veces me he preguntado quién es el que pone el listón para que unas personas -como en este caso fueron Alberto y Félix- se quedaran allí a ayudarme aún poniendo en peligro su propia vida.

¿Los ochomiles son, indudablemente producto de un trabajo en equipo?

Está claro que sí, pero -en el caso anterior- si se hubieran marchado y me hubieran abandonado ahí lo hubiera comprendido. La situación en aquellos momentos era tan crítica, tan crítica que, por mucho que yo intente explicarlo ahora, uno no se puede hacer una idea si no lo ha vivido.

¿Cómo se lleva el bombazo mediático de convertirse en un superhombre cuando hasta entonces se ha llevado una existencia discreta y tranquila?

Yo me siento muy orgulloso de haber contribuido a que este maravilloso deporte se conozca más en nuestro país. Nunca se había visto portadas de periódicos de tirada nacional dedicadas a la montaña y fue un fenómeno que no me esperaba. En Euskadi quizá sí, porque la tradición de montaña allí es muy fuerte, pero cuando llegué a Madrid y vi aquella nube de fotógrafos en Barajas, me sorprendió tremendamente.

¿Alguna vez te habías imaginado salir en programas como el "Extra Rosa"?

Pues no, la verdad es que no. Pero creo que todo forma parte un poco del juego y yo estoy muy agradecido a los medios de comunicación porque todos se han portado fenomenalmente bien conmigo y, de alguna manera, me debo a ellos.

¿Aparte de la montaña tienes alguna otra afición?

Deportivamente no. Me gusta ver todos los deportes, pero fuera de lo propio de la montaña no practico otros. Tengo mis entrenamientos, una base de footing, carreras continúas, carreras en serie...

Pero ya que tu hobbie se ha convertido en cierto modo en una manera de ganarte la vida, ¿cómo desconectas?

Yo no desconecto de la montaña. Siempre estoy pensando en la próxima expedición, y así llevo ya un montón de años. Así es como disfruto.

¿Qué ha supuesto el nacimiento de tu hijo Mikel?

Para mí ha sido el ochomil que más cuesta arriba se me ha hecho. Inicialmente no quería tener hijos sobre todo por la actividad que llevo. Tener un niño y no poder ver como crece... Lo he ido alargando, alargando hasta que nos decidimos. Ahora que lo tengo, estoy encantado de la vida, estoy que se me cae la baba y, desgraciadamente lo veo muy poquito y va a ser una pena no verle crecer día a día como hace todo el mundo. Espero poder estar, el año que viene, más rato con él. No me imaginaba yo que me iba a encontrar de la manera en que estoy con mi hijo. Y también con mi mujer, con mis amigos y con todo lo que me rodea. Estoy feliz por todo.

Uno de tus próximos proyectos será la ascensión al Everest emulando los tiempos de Mallory.

Vamos a ir siete alpinistas: Ferrán Latorre, Oscar Cadiach, Iñaki Querejeta, Josu Bereciartua, Juan Vallejo, Alberto Cerain y yo. De estos siete, cuatro ya hemos subido al Everest, y el que menos ochomiles tiene, cuenta con tres. La intención es la de emular la ascensión de Irvin y Mallory. Aparte de la filmación que se hará con el programa de "Al filo de lo Imposible", queremos subir los siete por la arista norte hasta la cumbre. Pero ya veremos cómo van las cosas. En el documental queremos reconstruir lo que pudo ser aquella ascensión de 1924 y para ello iremos vestidos con ropas de época, además de tiendas y parte del equipo. Hay que hacer unas tomas esenciales entre el primer y el segundo escalón a 8.500 metros y allí hay que subir vestidos de la época, quizá eso sea lo más problemático de toda la expedición.

Saldremos el 15 de marzo de España y esperemos que para finales de mayo podamos estar aquí.

¿Tienes otros proyectos a la vista?

Sí. Formo parte del comité de patrocinio del cincuentenario de la primera ascensión al Annapurna. En el año 50 se consiguió con esta cima la primera ascensión a un ochomil, y la realizó Herzog junto con Louis Lachenal. Se van a celebrar unas recepciones tanto en París como en Chamonix. En este patrocinio forma parte gente como Chris Bonnington, Kurt Diemmberger, las cinco personas que estamos vivas que hemos conseguido los 14 ochomiles. Promete ser una semana muy intensa.

Luego hay algunos proyectos que todavía no están confirmados, como sería la ascensión de dos sietemiles en Pakistán, o acudir a Guinea Papúa a subir la pirámide Karstenz. También me gustaría poder acabar entre este año y el que viene, las siete cimas (la más alta de cada continente). Me queda la pirámide, me queda el Vinson en la Antártida y el Elbrus en Europa. Así, y después de unas vacaciones con la familia llega noviembre y se me plantean dos proyectos: El Broad Peak en Pakistán o a la Antártida.

 
Cumbre del Annapurna. 8.091m. 

¿Cómo te lo pasas mejor, contando batallitas o realizándolas? Me gusta revivirlas, pero ahora mismo, con el audiovisual que estoy dando por todo el estado con lo de los catorce ochomiles, al principio todo era muy bonito, pero lo de viajar se hace pesado. De Tarragona a Granada, de Granada a Cáceres y de Cáceres a Madrid pues cansa un poquito. Pero aún así, me gusta transmitir mis experiencias al gran público.

Si pudieras elegir, qué es lo que te gustaría hacer, ascender o conseguir en el mundo de la montaña?

Hay muchísimas cosas, pero a todo no se llega. Me gustaría subir al Capitán. Estoy un poquito saturado de ochomiles, y quizá el año que viene haga ya mi último ochomil. También tengo ganas de subir a una montaña tan carismática como es el Ama Dablan... hay muchísimas montañas para subir, en Mali, en Patagonia, pero son cosas que, algunas, se quedarán sin hacer.

Juanito empezó su andadura deportiva haciendo gimnasia "como si fuera una terapia para poder descargar mi agresividad" cuenta en el libro Los 14 Ochomiles de Juanito Oiarzábal. Ya con quince años descubrió Eguino, la primera escuela de escalada de Álava, y quedó hechizado. Desde entonces no abandonó lo que sería su manera de ver la vida, una manera de vivir: la montaña.

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