Junto con Gastón Rebuffat, Terray representa el ejemplo de guÃa que siente la montaña y sabe trasmitirlo a otros. |
Nació en Grenoble en 1921, en una familia de intelectuales burgueses que no hacÃa pensar en la vida que Lionel llevarÃa en el futuro. Desde muy joven se reveló como una promesa del esquà alpino y, de hecho, formó parte de la selección francesa en diversas competiciones internacionales -en 1960, por cierto, serÃa el primero en descender esquiando la vertiente norte del Mont Blanc-. Sin embargo, no fue sobre las pistas de esquà como se convirtió en referente para generaciones posteriores, sino como alpinista, escalador y guÃa de montaña. Junto con Gastón Rebuffat, representa el ejemplo de guÃa que siente la montaña y sabe trasmitirlo a otros. Su visión de la naturaleza y de la escalada ha quedado plasmada en su obra "Los conquistadores de lo inútil", un libro que, a pesar de los años transcurridos, devuelve al lector a la esencia del alpinismo y le implica a través de su sensibilidad y su honestidad.
Pero Terray también fue un pionero y un "fuera de serie" como escalador. Más allá de vÃas clásicas, traspasó pronto las fronteras de su paÃs y se lanzó a escaladas que aún hoy dÃa se consideran muy comprometidas, pero realizadas sin el apoyo tecnológico ni los materiales de los que hoy disfrutamos. Lo que hoy se considera "el futuro de las expediciones", la escalada en montañas técnicamente muy difÃciles, basada más bien en el nivel de la vÃa elegida que en el hecho de alcanzar la cumbre, es precisamente lo que hizo Terray hace cincuenta años. Lionel se preocupó menos de ser el primero en hacerse con una cima, que en encontrar la clave para ascender montañas que, como la Oeste del Chacraraju, el resto del mundo alpinÃstico consideraba "imposibles de escalar".Numerosas primeras absolutas mundiales jalonan el impresionante currÃculum alpinÃstico de este escalador que falleció en 1965. |
Aunque a menudo escaló con el citado Rebuffat, su compañero de cordada fue Louis Lachenal. Perfectamente compenetrados en sus diferentes estilos, juntos comenzaron haciendo grandes vÃas de los Alpes, como la cuarta repetición de la Walker (1946), la primera repetición a la Norte del Eiger (1947) y la Cassin al Piz Badile (1948). Asombran a sus contemporáneos por la rapidez y la eficacia con que escalan.
Tras varias aperturas alpinas, compaginadas con su trabajo como guÃa de Chamonix (su fama crece tanto que se convierte en el guÃa más cotizado de la zona), en 1950 se ve inmerso en una aventura de tintes casi épicos: la expedición de Maurice Herzog al Annapurna, el primer ochomil conquistado. También épica será la ascensión y el papel jugado por Terray (y por Rebuffat), que renuncia a la cumbre para ayudar a Lachenal y Herzog.Desde ese momento, su campo de acción se extiende a las grandes cordilleras del mundo. En 1952, en los Andes (donde algunas de sus ascensiones las hace con clientes), escala por primera vez el Huantsan, el Nevado Pongos y nada menos que el Fitz Roy (haciendo cordada con Magnone), en una ascensión agotadora fÃsica y psÃquicamente. A estas alturas ya es muy conocido por el gran público, pero no por ello deja de escalar. Al contrario, va acumulando viajes y primeras ascensiones a un ritmo sorprendente.Otra primera absoluta de renombre mundial fue la conquista del Makalu, con Couzy, en 1955. El año anterior habÃa ascendido el Makalu II y el Chomo Lonzo. Sin bajar el ritmo, al año siguiente vuelve a los Andes para escalar el Nevado Soray, el Nevado Verónica, el Taulliraju y la "inescalable" Oeste del Chacraraju.El monte Jannu, un sietemil y uno de los picos aún hoy considerado como de dificultad extrema en el Himalaya, se le resistió al primer intento, pero volvió para vencer al "león durmiente" tres años más tarde, en 1962. Para Terray, hay un antes y un después de Jannu, que él consideraba la sÃntesis de la dificultad y la escalada más complicada que harÃa nunca.Cara Oeste del Chacraraju, considerada "inescalable" hasta que Terray la abriera en el 56. |
Además de otras aperturas en Nepal y en Andes, en 1964 viaja a Alaska para escalar el complicado Monte Huntington. Aquella fue su última gran montaña. No tuvo tiempo de seguir acumulando aperturas, porque murió un año más tarde, escalando en una vÃa de dificultad media en una de sus escuelas favoritas: Vercors. TenÃa 44 años. No llegó al dÃa en que, como el dijo "viejo y cansado, encontraré la paz entre los animales y las flores, y(...) seré el simple pastor que añoraba ser en mis sueños de niño". Sin embargo hizo en una sola vida mucho más que muchos otros buenos alpinistas, en activo durante muchos más años. Sus escaladas tienen el sentido de lo extremo, de lo inalcanzable excepto para unos pocos genios de la roca y la nieve, pero también nos hablan de cumbres vÃrgenes, territorios inexplorados y de heroicos guÃas de novela con pantalones bávaros y piolet de mando de madera, meditando en la cumbre de unos Alpes aún solitarios.