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Raids: deportes de riesgo... cardíaco

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Los ‘peligros’ ofrecidos por las competiciones multiaventura (ríos de aguas bravas, naturaleza salvaje, vertiginosas cumbres, etc...) se han visto superados en la práctica por problemas de salud derivados de la falta de sueño y el agotamiento. Antes de forzar la máquina, en este reportaje damos una serie de consejos y la opinión de un experto sobre lo que nos espera ‘ahí fuera’.
 

Ante todo, que quede claro que con el presente reportaje no pretendemos desanimar a nadie. Las competiciones multiaventura, más o menos duras, están en pleno auge en todo el mundo, y su evolución las ha reconvertido, de salidas de amigos con ganas de probar diferentes deportes en un mismo recorrido, a competiciones muy serias , con equipos semiprofesionales y tremendamente exigentes a nivel físico.

Hace poco, en un raid non-stop celebrado en Argentina, una participante sufrió un colapso y cayó al suelo poco antes de finalizar la competición. Había sufrido un infarto y murió casi instantáneamente. Este hecho, por su gravedad, debería hacernos pensar que hay aspectos que tal vez no se tienen en cuenta lo suficiente.

 

Por lo general, las organizaciones hacen especial hincapié en la seguridad de los participantes. Sin embargo, lo que más cuidan es de evitar, en lo posible, que ocurran accidentes derivados del entorno natural en que se desarrollan las pruebas, es decir, que una tirolina esté bien montada, que haya cuerdas fijas en las pendientes de nieve, o que los anclajes y las cuerdas de un barranco estén bien instalados. Algo así podría dañar mucho el prestigio de la prueba (además de , por supuesto, la integridad física de los corredores). Sin embargo, tanto organizadores como participantes deberían tener en cuenta que, tal vez, el peligro esté en ellos mismos. Por muchos controles que haya, los participantes se mueven a menudo por zonas aisladas, donde no pueden recibir atención médica inmediata y, por otra parte, las competiciones, sobre todo las de tipo non-stop son tan duras que, por mucho que hayan entrenado, no saben cómo va a responder su organismo en una situación límite hasta que están metidos de lleno en ello.

Tal como están las cosas, nadie va a parar el auge del multiaventura. Pero no podemos olvidar que no son carreras uniformes con normas fijas, como una competición de atletismo o un slalom de esquí alpino. Cada raid tiene diferentes parámetros de dureza que no sólo dependen del recorrido previsto y de las características del terreno, sino que encima varían de un día a otro, según las condiciones climatológicas, el estado del firme, el caudal de los ríos, etc... Y, si cada raid es diferente al resto, no digamos los corredores. Desde perfectos novatos hasta profesionales, dedicados casi en exclusiva a competir en estas pruebas, hay infinidad de perfiles de ‘raiders’. Cada uno tiene unas condiciones a priori, y unas motivaciones. La psicología del corredor es tan importante como su estado físico, y habrá tanto gente muy fuerte que se desmorone tras la primera jornada, como aquellos a quienes su voluntad les mantenga en pie y corriendo cuando su cuerpo haya dicho –en repetidas ocasiones- que no puede más. Y, precisamente en ese caso, puede estar el problema. Sólo un deportista bien entrenado es capaz de percibir y evaluar correctamente las señales que envía su organismo, y conoce su estado. Y no siempre. Es difícil saber hasta qué punto podemos forzar la máquina, y prever las consecuencias que traerá si nos pasamos.

 

En este sentido, plantearse un gran raid es como planear una expedición en altura. Podemos entrenar nuestra fuerza y nuestra capacidad de resistencia, pero no sabemos cómo responderemos a la altitud, y al esfuerzo máximo en condiciones hostiles un día tras otro. Por eso, todos los expedicionarios de las grandes montañas pasan antes por un exhaustivo reconocimiento médico. Un mínimo problema cardiaco, que no hemos apreciado en nuestra actividad deportiva ‘normal’, puede mostrarse en toda su crudeza en las peores circunstancias, y puede costarnos muy caro, como le ocurrió a aquella corredora en Argentina.

Por si no hubiera suficientes aspectos oscuros, a menudo falta información sobre las competiciones en sí mismas. No hace falta correr el Gauloises para llegar al límite de nuestras fuerzas. Sin salir de la Península encontramos competiciones muy duras. Incluso aquellas ‘de fin de semana’ pueden convertirse en más de 48 horas de esfuerzo continuo. Además, parece que la dureza de la prueba se está convirtiendo en sinónimo de prestigio para la competición. Siendo eventos que tienen como uno de sus objetivos la difusión en medios de comunicación, la belleza del paisaje y la estética de las modalidades deportivas no es suficiente; lo que vende es la descripción del sufrimiento de unos durísimos participantes, que sobrepasan los límites de lo posible en cuanto a resistencia. Suena dramático, pero muchos medios de comunicación masivos parecen mostrarse más sensibles a estos aspectos que al nivel técnico en la orientación o a la dificultad intrínseca de una vía de escalada o un barranco.
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