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Jesús Calleja continúa su recuperación ascendiendo el Elbrus

Les ocurrió algo absolutamente vergonzoso: el conductor de una de las infames orugas que llevan “alpinistas” hasta cerca de cima, estuvo a punto de atropellarles, al enfadarse porque, según él, le deslumbró el foco de la cámara de Cuatro con la que estaban rodando, a casi 5.000 metros. Emilio, el cámara leonés, se libró por los pelos. El vodka hace estragos en altura. Jesús ha aprovechado la convalecencia del grave accidente que sufrió hace poco para realizar los dos retos más asequibles que le faltaban
Foto: Jesús Calleja 
Jesús y su equipo, en la cima 

El año pasado causó gran revuelo internacional la carta que el andaluz Francisco Ortiz nos envió a nosotros y a Collado Sur, la revista de la Federación Andaluza, en la que desvelaba el negocio en el que se ha convertido el monte Elbrus, con orugas que ascienden por el glaciar colocando a los “montañeros” a 4.800 metros. Contaba lo mal que se siente uno cuando de pronto se ve intoxicado, a casi 5.000 metros de altura, por el humo de la oruga que te adelanta, llena de “alpinistas”. Recomendamos encarecidamente a quien no lo hiciera, que lea ahora la carta, porque es una profunda reflexión sobre qué es lo que está pasando en el mundo de la montaña. Al final de la noticia se encuentra el link, titulado “Carta sobre la degradación del alpinismo”. Lo peor no son las orugas. Lo peor es que lleven años funcionando, y nadie lo hubiera denunciado, por no desprestigiar su ascensión.

Jesús y su equipo, por supuesto, no utilizaron la oruga. Como tuvieron buen tiempo, en tan solo 4 días hicieron cima, aunque sólo fueron dos de actividad, los otros dos los emplearon en rodar y aclimatar, cerca de los restos del refugio Priut 11, que Jesús considera “el mayor estercolero que jamás haya visto en un campo de altitud”. No debe de ser poco, para que alguien que ha pasado su vida por las montañas del mundo diga esto.

Foto: Jesús Calleja 
Amanece en el ataque a cima 

Pero por otro lado, como él nos cuenta, a partir de los 4.600 metros la montaña es otra, y se convierte en un mirador increíble sobre la cordillera del Caúcaso. Cada vez más recuperado de la terrible caída que sufrió desde 30 metros, y que amenazó con dejarle mucho tiempo en el dique seco. Con fuerza de voluntad, apenas unos meses después, ya ha subido el Kilimanjaro y el Elbrus. Os dejamos con su crónica:

"Día 8 de agosto: hace tan solo 4 días desde que llegamos al monte Elbrus y ya hemos hecho cima.

Lo que hemos tenido claro desde el primer momento es que no íbamos a contratar las malditas maquinas pisa pistas, que aquí los rusos las utilizan para transportar a montañeros a cotas superiores incluso a 4.600 metros de altura, a tan solo 1000 metros de desnivel de la cima de esta gigantesca montaña.

Con este claro planteamiento ascendimos hasta llegar al último refugio que hay en la montaña, se llama DIEZEL, y esta situado a 4.100 metros de altura. Es un lúgubre lugar, rodeado de unas vistas espectaculares de toda la cordillera del Caúcaso. En este emplazamiento están los restos de otro antiguo refugio llamado Priut 11, que fue la joya del alpinismo ruso y que se quemó en 1998. Se conservan todos los restos de este incendio: maderas, hierros, latas de conserva, calderas…chatarra y más chatarra que quedó aquí abandonada, convirtiéndose en la actualidad en el mayor estercolero que he visto en un campamento de altitud. Por suerte nosotros hemos estado alojados en unas nuevas instalaciones de apenas unos meses que consisten en unos contenedores adaptados como habitaciones, que para nosotros, habituados a las tiendas de campaña, nos parecen todo un lujo.

Foto: Jesús Calleja 
En las pendientes cimeras 

Al día siguiente hemos subido a 4.700 metros para aclimatar en un lugar llamado “Pachucova rocks” o algo así. Otro día más de descanso, y el 8 de agosto, ¡para la cima! Nos levantamos a las dos de la madrugada en un ventoso día, pero no demasiado frío, si tenemos en cuenta que esta montaña que se caracteriza por cambios brutales del tiempo, vientos muy violentos y temperaturas árticas. Pero este día la montaña de las mil montañas, como aquí la llaman porque destaca más de 1000 metros sobre el resto de la cordillera del Caúcaso decidió ofrecernos la mejor de sus caras: un día limpio que nos hizo disfrutar de un espléndido día de montaña.

Pero antes, la anécdota del día: estábamos grabando para el documental que estamos preparando en CUATRO. Eran las 3.30 de la madrugada, completamente de noche y Emilio empleaba la antorcha de luz para filmarnos mientras ascendíamos, cuando de repente vieno una de esas malditas máquinas asquerosas que llenan el ambiente de humo, rugen y “joden” todo el entorno, cargada de montañeros -por llamarlos de alguna manera-, y como parece ser que le deslumbro el foco, el estúpido arremetió contra nosotros con la maquina, haciendo un trompo para echarnos nieve encima, pasando la cuchilla muy cerca de mi amigo y cámara Emilio.

Lo que nos faltaba: además de odiar a estos engendros mecánicos, se confabulan contra nosotros. Sólo deseamos llegar al maldito punto donde se bajan esos cómodos montañeros, que ni te miran de la vergüenza que les da de verte a ti sufrir, mientras ellos van a la grupa de la maquina.

A partir de ese punto, a 4.600 metros la montaña es otra. Se termina el ruido, la contaminación, el olor a combustible, y empieza una preciosa ascensión por palas muy inclinadas de nieve helada, donde no se puede cometer un error: si te precipitas, estás en el fondo de alguna grieta de algunos de los 22 glaciares que tiene esta mole.

Progresamos a muy buen ritmo hasta alcanzar una travesía que parecía que no tenía fin, y poco a poco empieza a amanecer. Todo el Caúcaso se pone rojizo con los primeros rayos del sol, se para el viento, y la alargada sombra del Elbrus se elonga hasta una distancia increíble. Nos sentimos abrumados por tanta belleza.

Se da la circunstancia que cuando llegamos al collado donde se encuentran las rampas finales y más empinadas del Elbrus, las que a muchos montañeros les hace dar la vuelta, ya hemos adelantado a casi todo el mundo que salió antes que nosotros y que se merendaron la mitad del desnivel en las maquinas pisa nieves. Está claro el porqué: además de ser unos perezosos y no medirse de tú a tú con esta montaña, no dejan al cuerpo adaptarse a la altitud progresivamente, llegando exhaustos a este punto.

Nosotros llevamos muy buen ritmo y sólo paramos 10 minutos a descansar, hidratarnos y coger resuello para el ataque final. Empezamos lentos pero sin pausa por estas rampas de 50 grados hasta llegar a un plató cimero de 400 metros de longitud, y, ¡cima!. Espectacular e increíble cima, mirador natural de 360 grados por todas partes, pues no hay obstáculos. Estamos emocionados y se nos caen las lágrimas. Nos hemos dado una paliza de órdago y lo hemos hecho sin ayuda de maquinas. Fueron algo más de 1.500 metros de desnivel para alcanzar los 5.642 metros de altura de este gigantesco volcán, que separa Europa de Asia.

Ha sido una cima especial para mí pues he estado rodeado de buenos amigos: Jesús López, Manuel Caballero, Emilio Valdés, Nacho Vidal y de mi hermano Kike.

Un nuevo desafío extremo he concluido, solo me queda la cima del Aconcagua y cuando la tenga habré completado parte de mi proyecto DESAFIO EXTREMO, pues tendré las 7 cimas mas altas de todos los continentes en dos años, más el Lothse y otros ochomiles.

La vida nos la podemos complicar pero ratos como los de este 8 de agosto: montaña a tope, deporte, y amigos, nos despejan la mente para mucho tiempo. Creo que es el mejor deporte del mundo, sufrido, duro, pero hermoso.”


Jesús Calleja desde un remoto lugar, frontera de Europa con Asia.

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