Así nos lo cuentan los protagonistas. Una de las cascadas más duras del Pirineo, y una de las más interesantes y estéticas. También una de las más comprometidas, con estas condiciones:
“Hacía varias semanas que mirábamos la línea y comentábamos la progresión con los locales. Al final decidimos que lo mejor es ir a ver por nosotros mismos como está; efectivamente las condiciones no eran las óptimas ¡¡Pero la tozudez de un aragonés y un riojano juntos harán sujetarse a todos esos carámbanos inestables!!
La aproximación fue un poco larga, y comenzó por la reparación de fortuna de las cadenas del coche; partir de ahí todo era ya coser y cantar.
Después de 300 metros de corredor, empiezan las dificultades: un largo de WI 5 sobre divertidas coliflores y con hielo extremadamente frágil (había que echarle ganas para no desmoralizarse escuchando el tenebroso ruido de las coliflores crujiendo) nos deja al pie del impresionante largo donde toneladas de hielo colgaban por encima de nuestras cabezas de forma desordenada.
Aquí Manu coge las riendas de la cordada y con mucha incertidumbre logra salir haciendo varias acrobacias por la cortina inestable que dominaba el techo.
Es un largo extremadamente frágil y muy expuesto donde un mal golpe de piolet puede hacer caer toda la estructura, y en el que la caída por supuesto no está permitida. Consiste en una sucesión de carámbanos desplomados donde hay que “bailar” con uno y con otro de manera delicada.
Para escalar esta estructura empleamos una técnica especial para columnas frágiles ideada a base de sucesos: consiste en escalar en simple el primero de cordada portando una cuerda auxiliar que no está chapada a la estructura, la cual sirve al segundo para escalar algo más tranquilo.
Después de siete horas de escalada llegamos a la cima alucinados por la belleza del paraje donde nos encontrábamos y tratando de diluir la adrenalina acumulada en nuestro cuerpo.”