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Los Pou encadenan, in extremis, "Zumbeltz" del tiron en libre

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Aunque en el proceso han superado todos sus límites de resistencia al frío, al agotamiento y a la tensión: en condiciones invernales, con una caída peligrosa y tras dos noches en la hamaca, Iker y Enero celebraban en la cumbre del Picu su éxito en la segunda etapa de sus ‘Siete Continentes, siete paredes”
Foto: Iker y Eneko Pou 

“Por fin, por fin, por fin!”-exclama Eneko- “Por fin, y menos mal que hemos encadenado ya la vía, porque el invierno se nos ha echado encima, y porque acabamos, más que cansados… moribundos”. A través del teléfono y tres días después de la interminable escalada, aún tiene Eneko Pou tiene aún la voz rota por el frío soportado,y se recupera del cansancio. Pero , por encima de todo, su tolo revela satisfacción por la vía Zumbeltz recién ‘liberada’ y, porque no decirlo, cierto alivio de que todo haya acabado.

“Subimos a Vega Urriellu el miércoles –día 8 de octubre- por la tarde, con mal tiempo pero con buena previsión para el jueves. Y, efectivamente, el jueves amaneció despejado… pero cuado salimos del refugio el termómetro marcaba cero grados. Fuimos retrasando el momento de enfrentarnos a la pared helada (la vía tiene orientación noroeste y no le ha dado el sol en los últimos dos meses), pero a las doce del mediodía la temperatura sólo había subido cinco grados, así que hubo que echarle valor… y mucha ropa, para que Iker se lanzase a por el primer largo. En esas condiciones, no hubo más remedio que escalar con gorro, pantalones dobles, varios forros polares… dificultades añadidas a una vía ya de por sí bastante dura”.

“Pese al exceso de ropa y el frío, el primer largo sale a la primera. NO así el segundo, en el que Iker, aterido de frío, se cae en el primer intento. Juramentos varios y cierto mal rollo; pero al segundo intento, pasa el largo –que, recordemos, era un 8b+. el tercero también sale a la primera. Empezamos a recuperar el optimismo; esto marcha pero que muy bien; sólo quedan dos para la hamaca. Además, el cuarto largo esta, relativamente, bastante burilado. Pues bien, precisamente entonces, Iker se cae. Y se cae de la peor forma posible. Justo cuando tiene el último buril muy cerca del pie, con lo que la fuerza de la caída lo hace saltar. El cuerpo de Iker se voltea y cae de cabeza, para pegar un vuelo y chocar de forma salvaje contra la pared, pegando primero con la nuca, y luego con el resto del cuerpo. Me quedo helado, desde la reunión, veinte metros por debajo de donde ha quedado colgando, le llamo. No me contesta. Nuestros amigos, que nos acompañaban, no se atreven a decir una palabra. No se como describir la tensión, ya no piensas que no vayas a hacer la vía, piensas si no vas a tener que llamar a un helicóptero. Al cabo de unos minutos reacciona, dice que está bien, pero también grita de dolor. Le bajo a la reunión. Bebe agua y se recupera un poco. Y entonces decirle volver al largo, seguir adelante y sacarlo. Para mí, sinceramente, esa es la diferencia entre un escalador normal, y un gran escalador. Sabe que nos jugamos muchos, que el tiempo está ya muy mal, y que no tendremos más ocasiones de subir esta pared en este invierno, así que se impone la cabeza fría, y el no dejar que el miedo y la tensión te puedan. Empieza a subir, y sencillamente saca el largo. Pero, desde luego, cuando decíamos que la vía es expuesta y peligrosa, no hablábamos en vano. De verdad, me llevé un susto de muerte”.

“Eso sí, es terminar ese cuarto largo, llegar a la reunión yo, y se hace de noche. Por eso debemos ascender la distancia correspondiente al quinto largo, que deja en la hamaca, por la cuerda fija que tenemos instalada: habrá que hacerlo a la mañana siguiente”.

“Al llegar a la hamaca, nos percatamos de otro problema: llevaba diez días montada, sufriendo los estragos del mal tiempo y el viento (nuestro error fue que la dejamos montada pensando que volveríamos pronto, pero el mal tiempo nos lo impediría). Imaginaos la situación: estábamos reventados, Iker dolorido y agotado por la tensión, aquello está muy extraplomado y lo único que quieres es descansar un poco… pues no; nos tiramos dos horas, hasta las once de la noche, colgados del arnés in tratando de poner en pie la hamaca destrozada. Seguimos improvisando juramentos varios. Cuando al fin lo conseguimos son sentamos en ella, pero nos quedamos bien asegurados a la pared, porque ninguno de nosotros apuesta porque la estructura aguante toda la noche. En un último esfuerzo sacaos los sacos de pluma… empapados! Esa la era la última miseria que nos faltaba por soportar. ¿Y si nos bajamos? Lo pensamos, hay que tomar una decisión. Las cosas están muy en contra, estamos mal, hace mucho frío… pero la previsión de la ‘meteo’ es buena, y esta sea tal vez la última ocasión del año para intentarlo. Haciendo un enorme sacrificio, nos cubrimos de pluma empapada”.
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