Adam Ondra, asegurado por su madre en una de sus vías más duras |
Apenas supera el metro y medio de estatura, pesa 40 kilos y todavía va al colegio, sin embargo Ondra se codea con los mejores escaladores del mundo, y su último logro, Ippolito, un 8a+ a vista de Sloup, en la República Checa, le ha alzado al número 13 del ranking de 8a.nu.
De hecho, si sólo se contabilizaran las vías escaladas a vista, el joven checo sería el cuarto del mundo. “A los ocho años escalé ‘onsight’ algunas vías de 7b+, hice 7c+ un año después y 8a a los diez”, aseguró Ondra en una entrevista con czechclimbing.com. “No me gusta probar una vía muchas veces. Me gusta elegir las rutas que escalo y mis libros preferidos son las guías y las páginas de Internet de escalada”.
La progresión de Ondra es exponencial y sus límites difíciles de prever. Este año ha escalado a vista cuatro vías de 8a+, mientras que les ha puesto el punto rojo a dos 8b, Evoluce y Mrtvaski ples, ambos en su país. El primero lo logró el pasado 9 de mayo y lo considera como la vía más dura que ha ascendido hasta el momento.
Ambicioso pero reservado, según le describen sus padres, Adam Ondra prefiere guardarse para sí las metas que sueña con alcanzar en la escalada. “Creo que de mayor me gustaría ser escalador”, advierte sin embargo.
A su corta edad, el joven escalador es el segundo más fuerte en la República Checa, sólo por detrás de todo un Tomas Mrazek, novenogradista y ganador de la primera prueba de la Copa del Mundo de 2004.
Desde luego Ondra es un apasionado. “Mi familia ha escalado desde que yo recuerdo. Yo empecé con seis años, pero obviamente ya había tocado la roca antes”, explica el muchacho, que todavía tendrá que esperar tres años para participar en la Copa del Mundo Junior.
El joven checo sólo tiene 11 años |
Una vida normal
Adam Ondra asiste al colegio en Brno, donde reside junto a sus padres y hermana, y lleva una vida aparentemente normal para un niño de su edad. No realiza ninguna dieta especial ni se somete a potentes sesiones de entrenamiento.
“Hasta ahora soy mi propio entrenador. Simplemente voy a escalar cada fin de semana, siempre que la temperatura sea superior a dos grados centígrados. Una o dos veces a la semana, escalo en el rocódromo o hago algunos pasos en nuestra pared de casa”, explica Ondra. “Mi entrenamiento no es nada sistemático”.
Quizá su facilidad para escalar sea algo puramente innato. O quizá cuando crezca algunos centímetros tenga más dificultad para mantener el peso y controlar el dolor de brazos. De momento, sus gustos siguen siendo los de un niño de 11 años, y su apetito, voraz.
“Me gusta la pizza, los pasteles, los croissants, los caramelos… Eso sí, sólo como carne si está escondida en otra comida”.