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Jesús Calleja ya está en marcha tan solo tres meses después de su grave caída

Hace dos días hacía cumbre en el Kilimanjaro, disfrutando como nunca de su regreso al mundo. Eso, apenas 3 meses después de caerse desde 30 metros, aterrizando sobre uno de sus hombros. Esto le supuso varias roturas, múltiples clavos y fierros por su organismo, alguna que otra operación, y un periodo de recuperación mínimo de casi un año. Sin embargo, 2 meses después ya continúa con su Desafío Extremo, ahora rodando para Cuatro. Tuvo que aparcar sus proyectos inmediatos y continuar por lo más fácil.
Foto: Jesús Calleja 
Rodando el amanecer desde la cima del Kili 

El problema de Jesús Calleja es que necesita sentir nuevos vientos constantemente y estar en permanente estado de ilusión y expectativa para sobrevivir y ser feliz. Así que, cuando se pegó hace 2 meses un gran tortazo en el desierto, cayendo de cabeza 30 metros en vuelo libre desde lo alto de una duna, y aterrizando sobre su hombro, parecía que venían malos tiempos para él. Varias roturas, múltiples fierros, estancias en hospital, operaciones, largos tiempos de recuperación.

Sin embargo, le puede más su instinto que las serenas y sensatas recomendaciones de los Licenciados en Medicina. Así que, en parte gracias al doctor Xavier Mir (el que consigue que los pilotos de Moto GP que se rompen la muñeca un domingo corran una carrera 7 días después), a su fisio (le ha tenido que pagar el viaje y llevárselo al Kilimanjaro con él, ya que no puede detener la recuperación), a su fuerza de voluntad, y sobre todo, gracias a que ya no aguantaba más en casa, menos de 3 meses después de la caída y las operaciones y clavos, cuando aún debía estar en postoperatorio, ya ha conseguido la cima del Kilimanjaro. Ha cambiado los planes que tenía de rodaje para su nuevo programa de Cuatro, “Desafío Extremo”, y ha continuado por lo más sencillo y fácil. No era plan de irse a realizar las actividades más duras en estas condiciones.

Decía en una crónica que nos enviaba el otro día:

Foto: Jesús Calleja 
Una vista inédita, desde la avioneta, que da una idea de la magnitud de la montaña 

“¿Sabéis porqué me lo estoy pasando tan bien? Porque además de tener por delante otro “Desafío Extremo”, en este caso algo menos extremo pero imprescindible, esta expedición está llena de alicientes: un safari fotográfico por la sabana en una reserva cercana al Serengueti, regentada por un español y su socio tanzano, en un paraje idílico. Nos acomodó en una atalaya natural con increíbles vistas de los llanos repletos de todo tipo de fauna salvaje, y atendida por las tribus masais autenticas, sin casi turismo, y en un ambiente distendido y completamente cercano a estos pastores, reyes indiscutibles de las grandes llanuras africanas.

Curioso este personaje llamado Julio Teijel, nacido en Asturias, y que vive desde hace 21 años en África, de los cuales 15 en Tanzania, y ha conseguido algo increíble; un turismo sostenido y ecológico, donde el pueblo masai se beneficia de los ingresos turísticos de esta empresa modelo, donde no comulgan en absoluto con los cazadores, a los que está terminantemente prohibido acercarse a sus dominios.

Otra de las actividades que he realizado, y ésta sí que ha sido absolutamente espectacular, y pocas veces realizada, es la de alquilar un pequeño avión monomotor tipo Cesna, quitarle la puerta, adaptar un precario sistema de oxígeno médico, ni de lejos de uso en aviación, equiparnos con toda la ropa que tenemos (-25ºC a mas de 6.000 mts), y sobre todo armarnos de mucho valor para intentar un piloto italiano llamado Mateo, mi cámara Emilio Valdés y yo, alcanzar la cima del Kilimanjaro, para hacer una grabación del cráter, y hacernos una idea del tamaño de sus glaciares y comprobar a vista de pájaro el efecto del cambio climático.”

Foto: Jesús Calleja 
Rodando con los masais 

Sin ánimo de quitarle la razón a Jesús, en realidad pensamos que si se lo está pasando tan bien es porque, si habitualmente disfruta y se emociona con la vida como muy pocos, después de pensar que iba a estar mustiándose por casa durante un año, en el dique seco, en este viaje está disfrutando como un bebé que descubre el mundo maravillado por primera vez. Ya nos lo decía:

“Ahora si que valoro mucho más las cosas y sobre todo el poder seguir haciendo expediciones por todo el mundo, porque he pasado un buen susto, cuando me ví tirado y retorciéndome de dolor con los huesos rotos en mitad de una duna. Creí que me mataba, fueron 5 horribles segundos volando durante 30 metros para estamparme contra el duro suelo de arena.”

¡¡Enhorabuena por tu recuperación, y esperamos ver pronto tus reportajes en Cuatro!!

Por lo demás, hicieron cima en el Kili. Que aunque a veces lo menospreciemos, no dejan de ser 6.000 metros de altura, con casi 4.000 metros de desnivel. Sólo dos apuntes:

El primero referente a la banalización de la montaña y sus consecuencias. Si lo podemos ver en los Pirineos, que no se verá a esa altura. Una montaña de 6.000 metros sigue siendo una montaña de 6.000 metros, esté donde esté, y sea fácil o difícil. Para alguien como Jesús, o para montañeros expertos, el Kilimanjaro es un paseíto. Pero para turistas, puede ser un infierno. Veamos lo que nos cuenta Jesús:

“Mi amigo Marcos es el único que no ha pegado ojo, todo lo contrario que Kike o Emilio, que como yo, hemos dormido a pierna suelta. ¿Qué le ha pasado a Marcos?, pues que el día anterior en Kibo, que es el campo III antes del ataque a cima y que esta a 4.800 metros, hemos visto un montón de gente con problemas serios. Era un goteo continuo de montañeros que iban abandonando poco a poco la montaña por la implacable selección natural. Unos estaban como borrachos, aquejados de ataxia o lo que es lo mismo de fuertes mareos que te impiden caminar recto, algunos vomitaban como surtidores, otros aquejados de fortísimos dolores de cabeza que les impedían ser personas. Y lo que es peor, un grupo de montañeros, por llamarles de alguna manera, del país vecino de Kenia que intentaban el Kilimanjaro y se convirtió en un auténtico desastre. A dos de estos Keniatas, un hombre y una mujer les tuvimos que asistir nosotros, hidratarles, tratarlos con las medicinas adecuadas para la altitud, pues nadie les hizo el menor caso. Incluso organizar su evacuación en un ¨carretón¨ que quedaba.

Os aclaro que el carretón es una camilla provista de una sola rueda con amortiguador y uno o dos voluntarios que siempre escasean que se encargan de empujarla o mejor dicho tirarse cuesta abajo y que dios reparta suerte a la hora de frenarla.Pero gracias a este precario invento se puede en pocas horas descender al afectado y sin duda salvarle la vida. En definitiva y para no extenderme, el cuadro de desgracias ocasionadas por el escaso y deficiente equipamiento, la poca experiencia, y el mal de altura que sacude sin piedad debido a las pocas jornadas de aclimatación impuesta por el reglamento absurdo del parque, hace que parezca más que un refugio de montañeros, la obra de Dante.”

Foto: Jesús Calleja 
En la cima del Kilimanjaro 

El segundo apunte se refiere a la forma de ver el mundo y admirarse con él de Jesús. Una persona que se ha pegado gran parte de su vida en el Himalaya, en islas perdidas, viajando sin rumbo, que ha estado en los 5 continentes y no ha cesado de ver maravillas constantemente. Pero no se cansa. Así describe el monte Kilimanjaro:

Es como un milagro: una protuberancia que se alza en mitad de los llanos de la seca sabana, que toca el cielo con sus casi 6.000 metros, y que destaca sobre todo el conjunto. No hay cordillera alguna, está solamente él, el imponente y elegante Kilimanjaro, con sus blancas nieves y glaciares de su cima. Es simplemente la montaña aislada más alta del mundo.

Es tan difícil expresar desde estas letras la magnitud de esta perfecta obra de la naturaleza que intentaré describir el escenario:

Visto desde la sabana es algo irreal. Estas viendo pastar a las gacelas, a las elegantes y esbeltas jirafas comer brotes de las acacias, o a un elefante abanicar sus orejas y de telón de fondo el asilado Kilimanjaro con sus crestas blancas a solo 400 Km del ecuador.

Pero cuando comienzas el ascenso que parte desde un lugar a 1.800 metros, ya todo se magnifica aun más. Se comienza en una espesa e impenetrable selva húmeda, la niebla está casi siempre presente, y el ruido de animales, especialmente el de los monos, le dan plena vida al entorno. En determinadas zonas los leones, elefantes o búfalos cafre ascienden por sus laderas a alturas considerables en este tramo de jungla.

Luego a 2.700 metros de altitud se llega al primer campo de altura llamado Mandara, después de caminar por un sendero, que parece un hachazo que alguna deidad griega a modo de broma seccionó la jungla para dejarnos ascender, por sus imposibles laderas colapsadas de vegetación.

En este campamento nos acogen los tanzanos con su infinita amabilidad.”

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