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Haciendo la mochila

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¿En julio a los Andes? ¿En agosto al Karakorum? ¿En septiembre a Nepal? Si has preparado un trekking para los próximos meses, más valer repasar los preparativos de última hora: una vez allí, agradecerás los repasos y lamentarás los olvidos.
 
Nepal es uno de los destinos preferidos de los `trekkers` 

Ligeros de equipaje

Una vez recopilado y puesto junto todo el material técnico, ropa, documentación, útiles personales y de aseo, complementos varios, mascotas y talismanes, ... nos asustaremos. Hay que empezar a descartar, o al menos a clasificar qué vamos a llevar con nosotros durante todo el trayecto. Seguro que hemos llevado algo de sobra, es necesario ser estricto con el peso y el espacio. Los porteadores tienen un máximo de carga a transportar, y además del equipaje personal, hay mucho que portear. En la agencia te dirán cual es lo máximo que te permiten llevar. Si te pasas, corres el riesgo de que el guía revise personalmente tu mochila y te someta a la humillación de descartar un montón de cosas que tú creías imprescindibles (como tu osito de peluche, expuesto al escarnio público). Así que más vale pesar el petate y la mochila en la intimidad del hogar.

En muchos trekkings es posible dejar equipaje en el hotel al que se llega, constituyendo una buena reserva de ropa limpia de la que tirar cuando volvamos de la caminata, así como otros objetos que en un viaje normal son muy útiles, pero que en un trekking resultan un pesado e inútil lujo (dícese de teléfonos móviles, secadores de pelo, útiles de afeitado –para algunos-, calzado y ropa ‘de calle’, etc.). Conviene comprobar, dentro de lo posible, que nuestro equipaje queda a buen recaudo.

 
En algunas travesías se pasan días sin llegar a zonas civilizadas 

HACIENDO AMIGOS

Puestos a hacer el equipaje, tampoco está de más almacenar algunas ideas y un buen puñado de buenas intenciones. Sí, vas a hacer un trekking, vas a conocer un nuevo lugar, vas a probar tus límites contra el frío, el duro suelo, la altitud y los kilómetros, todo eso es estupendo... Pero no olvides que no “vasâ€, sino que “vaisâ€. Excepto en el caso de que viajes en solitario y con voto de silencio, lo normal es tener relación con otras personas. Lo más común es plantearse un trekking con un grupo de amigos, contratando con una agencia o ambas cosas al mismo tiempo. La diferencia fundamental entre ambos es que a los primeros los conoces de antes. Pero, ojo, que no por ello quiere decir que os llevéis mejor necesariamente. Aquí se aplica el principio de “la confianza da ascoâ€, y se sabe de muchos amigos a prueba de bomba que no volvieron a hablarse desde que emprendieron un viaje juntos. Un trekking, incómodo por definición, obliga a una convivencia muy cercana y continua, lo que es complicado si todo va bien, y dificilísimo si surgen problemas durante el viaje. También es cierto que en estos recorridos también se pueden hacer amistades para toda la vida. Lo mejor es , en primer lugar, adoptar una actitud positiva que te lleve a ver la parte buena de cada persona y de cada acontecimiento (al menos, mientras sea posible), un cierto control que nos libre de saltar a la mínima, la capacidad de desconectar del grupo en algunos momentos y ganas de pasarlo bien. Después de todo, tus compañeros de trekking serán hombres y mujeres movidos por el mismo deseo que tú, y posiblemente tengas bastantes cosas en común con ellos.

 
El encuentro con otras culturas es otro aspecto interesante (en la foto, Edurne Pasabán) 

Otros dos elementos importantes serán la suerte (cuando luce el sol y todo sale bien, es más fácil mantener el buen humor y el buen ambiente) y el guía (en caso de llevarlo), ya que el solito puede ser una fuente de “buen rollo†o contribuir como el que más a elevar la tensión. Un mal guía puede traer muchos problemas aunque, por extraño que parezca, entonces se puede considerar un obstáculo más a vencer, como los seracs o las sanguijuelas de los arrozales y, paradójicamente, en esos casos el grupo se une más que nunca (aunque sea en su contra). No obstante, sin llegar a casos tan extremos, en general lo mejor es hablar las cosas, usar toda nuestra capacidad de diplomacia para exponer algo que no nos gusta, y o dejar que , con nuestro silencio, pequeños problemas se conviertan en verdaderos dramas, o dejar que malos entendidos y sorpresillas desagradables vayan creciendo hasta que , en un momento (generalmente, el peor), las emociones se desborden y el recorrido acabe como el rosario de la Aurora. Lo normal es que el guía sea una persona con tantas tablas en remontar glaciares como en solventar conatos de discusión, y seguro que ayuda. Pero no podemos esperar que los demás hagan todo; siempre será mejor tratar de mantener la calma, vivir en armonía con el universo y, a ser posible, cansarnos tanto que no nos queden ganas de discutir, o descubrir paisajes y montaña que nos dejen mudos. Que para eso habremos llegado hasta allí.

Dicho esto, esperemos que algunos de los consejos sean de utilidad o, al menos, hayan recordado a muchos ese momento ilusionante, uno de los mejores de los viajes, que es el de la preparación. Para aquellos que se van, que la experiencia sea positiva y las montañas hermosas; para los que no, al menos, que puedan soñar con viajes futuros.
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