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No es baladí. La diferencia entre una gran experiencia durante una excursión o terminar maldiciendo la actividad puede estar en la forma en la que te has ajustado el calzado. Te damos las claves y ciertas estrategias para que encuentres la mejor manera.
Rozaduras, ampollas, uñas negras, dolor en los dedos, hormigueo, sobrecalentamiento, frío… ¿Te suena alguno de estos síntomas en tus pies durante tus actividades de montaña? Tal vez tengan remedio sencillo; sigue leyendo y mira a ver si te estás equivocando en algo con tu calzado y plantéate solucionarlo siguiendo estos consejos.
Al calzado de montaña se le exigen multitud de cualidades, muchas de ellas incompatibles entre sí. Protección y comodidad, durabilidad y ligereza, impermeabilidad y transpirabilidad… no es fácil encontrar las botas o zapatillas que reúnan todas estas cualidades y a las que, además, les vamos a dar mayor reconocimiento si nos gustan estéticamente y no se nos van de precio.
Si bien debemos rebajar las expectativas en cuanto a lo que unas botas nos pueden ofrecer y reconocer desde el principio que la polivalencia total no existe, podemos establecer una serie de consejos que nos harán ir con mucha más comodidad a la montaña si los aplicamos correctamente:
No cualquier par de botas de montaña es la indicada para cualquier disciplina de montaña. Ya hemos dedicado artículos enteros sobre los riesgos de no elegir adecuadamente el material: desde los peligros de gente que se enfrenta a la alta montaña en zapatillas (algo solo apto para gente muy preparada) a las molestias totalmente limitantes que implica llevar calzado rígido en actividades de senderismo. Versatilidad y especifidad son antagonistas no intentes actividades muy técnicas con material de uso generalista.
Cualquier material de montaña que se presente como polivalente suele quedar limitado en el momento en el que exigimos más tecnicidad. No intentes emprender actividades muy exigentes con un calzado para todo o las consecuencias pueden ser peligrosas.
Una suela desgastada, costuras que han saltado, cordones a punto de romperse, roturas en el tejido, desgaste del forro interior… hay señales muy evidentes de que nuestro calzado está pidiendo a gritos una reparación o una sustitución, pero otras muestras de envejecimiento como pérdida de amortiguación o fallos internos del material como la famosa hidrólisis del poliuretano de poliéster que tantas suelas dejó colgando hace unas décadas, no son tan claras.
No esperes a calzarte tus botas para darte cuenta de los fallos: Actúa con previsión y anticípate unos días a tu excursión o actividad para revisarlo todo. Recoge el calzado limpio y seco y repara cuanto antes los desperfectos. En este artículo te enseñamos cómo limpiar y cuidar correctamente tu calzado de montaña.
Parece muy evidente esta recomendación, pero al parecer no lo es tanto. Un par de zapatillas o botas demasiado pequeñas o demasiado grandes va a ser un problema.
Tenemos mucho para contarte respecto a este punto, tanto que escribimos un artículo específico sobre cómo elegir tu talla de calzado para montaña y además te contamos algunas curiosidades sobre las diferencias entre los principales sistemas de tallaje utilizado en montaña.
No es un consejo absurdo, de hecho, el atado incorrecto del calzado de montaña es una de las causas que más molestias causa.
El pie se dilata durante la actividad de montaña llegando a aumentar de volumen ostensiblemente en situaciones de esfuerzo, de calor o cuando la circulación sanguínea se ve dificultada por una presión excesiva. Gente mayor, mujeres embarazadas o aquellas personas con enfermedades como insuficiencia renal o cardíaca o que están tomando algún medicamento son especialmente proclives a este problema.
La dilatación del pie no es nada extraña y, por tanto, debemos adaptar la presión del calzado al terreno, a la inclinación, al nivel de protección que queramos y al volumen de nuestro pie en cada momento. Pero no solo se trata de apretar más o menos la disposición original de los cordones, sino de adaptar la presión por partes del pie; esto se puede realizar mediante ojales autobloqueantes o procediendo a realizar nudos dobles intermedios entre pares de ojales o entre ganchos.
La manera más correcta de atar el calzado en actividades de montaña, en términos generales, sería la siguiente:
Esta consideración general acepta multitud de matices. No es necesario explicar que el modo de ajustar el calzado no será igual si estamos haciendo una escalada corta de dificultad, donde no importa tanto la comodidad del calzado sino la precisión que nos hace falta, como en una ascensión de esquí de travesía donde la bota va prácticamente suelta.
¿Por qué lo hemos especificado así en el párrafo anterior? El motivo es que generalmente vamos a necesitar tres cosas:
No todos los modelos de calzado para montaña permiten una diferenciación por zonas tan concreta, pero lo cierto es que, aunque nuestro par de botas o zapatillas no disponga de ojales de bloqueo que impiden el deslizamiento del cordón, existen otras estrategias para llevar a cabo ese atado específico:
Te vamos a dar aquí la forma habitual de atar tu calzado de montaña, tanto en zapatillas como en botas. Ofrecemos el primer sistema general de calzado deportivo que no recomendamos para montaña, salvo para casos particulares, y los demás sistemas que permiten por un lado un ajuste correcto del tobillo, y por otros, adaptarse a las diferentes tipologías de pie estrecho y pie ancho.
Sistema de cordones paralelos. Los cordones pasan paralelos entre los ojales permitiendo dar amplitud al pie. La tensión se realiza tirando de un único cordón que aprieta la zona inferior.
Es un método rápido, pero poco práctico para montaña al no permitir diferente presión por zonas y dejar el sobrante del cordón muy largo cuando queremos mucha tensión. Solo recomendable para actividades deportivas poco técnicas o cuando necesitamos una gran amplitud para el pie por llevarlo vendado o con lesiones.
Sistema de cordones cruzados. Es el sistema más recomendado para cualquier actividad de montaña y, de hecho, es como suelen venir de fábrica todas las zapatillas y botas. Los cordones se unen paralelamente solo en el primer par de ojales y después comienzan a cruzarse hasta el último par.
Permite un ajuste muy preciso por zonas, dando el espacio que consideremos adecuado en cada parte del pie.
Sobre el sistema de cordones cruzados, los cordones pasan sin cruzarse por el antepenúltimo y penúltimo par de ojales de cada lado y desde el penúltimo, se les hace pasar por el hueco que deja debajo de cada lado.
La presión de los cordones sobre sí mismos evita que se pueda aflojar de un modo no previsto, dando mucha seguridad y manteniendo el pie estable, sobre todo en bajadas y en terreno abrupto.
En botas, tras los ojales inferiores el cordón se cruzan sobre los cordones para lograr una presión sobre sí mismos que les impida aflojarse.
Es una alternativa al sistema de cordones cruzados que recomendamos para montaña y exactamente igual al recomendado para sujeción de tobillo, pero realizándolo en el mediopié. Permite una sensación envolvente y difícilmente se afloja durante la marcha.
Entre el segundo y tercer par de ojales, los cordones se cruzan sobre el mismo cordón, no sobre el ojal, manteniendo de este modo la tensión constante en la zona del medio pie.
En botas se realiza un nudo de bloqueo sobre el antepié y otro a la altura de los maleolos con cruce inverso sobre los ganchos metálicos.
Los cordones no se cruzan en todos los ojales, sino que después de cada cruce se deja un hueco pasando directamente el cordón al siguiente par de ojales.
Solo recomendable para pies especialmente anchos o en caso de vendaje o lesión, ya que el ajuste es poco preciso y tiende a permitir demasiado movimiento del pie cuando este no ocupa todo el volumen interior del calzado.
En botas, los cordones pasan sin cruce desde el último ojal hasta el primer gancho, dejando liberada esa zona para dar más volumen al pie.
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