Seb Berthe escala en libre Dawn Wall, El Capitan. 32 largos, 9a
Tras Tommy Caldwell, Kevin Jorgeson y Adam Ondra, el belga consigue escalar la vía de pared más difícil del mundo: Dawn Wall, El Capitan, Yosemite.
Conocemos la ilusión que hace que nuestros hijos e hijas compartan nuestras aficiones. Sin embargo podemos echar a perder el gusto por la montaña de los más pequeños si les llevamos a actividades tediosas, peligrosas o en condiciones no favorables. Te damos aquí una serie de consejos para ayudar a que la montaña sea la gran afición de los peques de la casa.
Con la llegada del buen tiempo, pero sobre todo con las vacaciones, tal vez queramos que nuestros pequeños (hijos, sobrinos, etc.) compartan nuestra afición por la montaña. Nos gusta tanto el mundillo montañero que queremos proyectar nuestras ilusiones en los más pequeños a toda costa. Eso es un error. No todos los niños pueden compartir nuestra pasión y son numerosos los casos de niños que han pasado tanto tiempo a pie de vía que han terminado detestando la escalada. Mucha gente adulta recuerda con horror la montaña por experiencias agotadoras en excursiones o campamentos en sus años de infancia.
El modo de acercamiento de los más pequeños a cualquier actividad es, en primer lugar, el del ejemplo y la motivación por parte de un adulto, algo que presuponemos ya que damos por hecho que somos gente montañera. Después viene la necesidad de crear un ambiente de excursión con implicación, descubrimiento y divertimento. En todo ello es necesario que el niño o la niña sientan la actividad como propia y quieran participar en la consecución de la misma.
Para empezar, vamos a hacer un acercamiento básico a la organización del material en una excursión sencilla. De esto ya hemos hablado en nuestro artículo que explica cómo preparar y qué llevar en tu mochila para senderismo y trekking en el día, así que te dejamos el enlace para que entres si te interesa.
Igualmente te dejamos el enlace al artículo sobre consejos básicos de seguridad en montaña en el que explicamos qué precauciones hay que tomar en nuestras salidas al monte, muchas de las cuales pasamos por alto y pueden convertirse en un problema grave si nos pasa cualquier cosa.
En actividades de montaña, por aislamiento y dificultad a la hora de solicitar auxilio siempre se va a organizar todo pensando en la persona menos autónoma del grupo. Esto se refiere tanto a selección de la dificultad como a la previsión de ritmos y horarios. Prevé no solo un horario significativamente más lento que el de un adulto sino mayor número de paradas y descansos más largos. Comprobarás lo complicado que es volver a andar cuando se ha hecho una parada en un grupo con niños.
Es importante implicar a nuestros pequeños en la actividad. Preguntarles qué les apetece ver o dejarles que decidan qué material deben llevar en su mochila (una lupa, unos prismáticos, una brújula unos walky-talkies…) suelen ser decisiones que les implican activamente y que les hacen sentirse protagonistas de la excursión que van a realizar.
En el caso de los niños no hay que forzar a realizar actividades en contra de su voluntad, porque es el sinónimo de, en el mejor de los casos, un enfado por parte de toda la familia entre los que no querían ir y los que esperaban completar el día en el monte. Ya hemos comentado que la mejor manera de que vayan con ganas es involucrándolos en la actividad, dejándoles elegir tareas sencillas como qué material quieren llevar en su mochila o si les apetece ir a una cascada, a un ibón, a un refugio o hacer una excursión por un bosque.
Preparar alguna historia referente a la excursión que estamos realizando, los pueblos, los bosques o las cimas de los alrededores, sea real o sea inventada, es una decisión que entretiene y gusta a los más pequeños. Cantar alguna canción también, aunque ya entramos en el delicado tema de molestar a los animales y a otras personas con las que compartamos camino. Enseña a respetar el medio ambiente: no arrancar plantas, ni erosionar innecesariamente el suelo, así como dejar tranquilos a toda clase de animales. La observación de todo lo que nos rodea es muy positiva, pero debe hacerse sin destruir ni modificar nada.
Hay que estudiar bien la previsión del tiempo, así como conocer de antemano el estado de los caminos, existencia o no de infraestructuras como pasaderas o puentes, la posible celebración de eventos que nos puedan alterar el recorrido como carreras organizadas o batidas de caza y el estado de caudales de los ríos si es que tenemos que atravesarlos, sobre todo después de lluvias o en deshielo. En actividades con niños, vamos a pensar siempre en lo previsible, en los imponderables y vamos a llevar siempre preparado un plan B por si todo falla.
Que haya otros niños con los que exista afinidad suele ser garantía de éxito o, al menos, minimiza bastante las quejas por aburrimiento o supuesto cansancio. Dos o más niños hablando e interactuando entre ellos descarga bastante su demanda de atención por parte de un adulto y dinamiza bastante el paseo. Como nota negativa, es posible que el hecho de que vayan hablando entre ellos les entretenga y les despiste, haciendo que se separen del grupo. Precaución en todo momento con la ubicación de los pequeños.
Los niños son curiosos. Prepárate para que se detengan a mirar durante mucho tiempo un hormiguero, quieran llevarse todas las piedras bonitas que encuentran o tiren una y otra vez palos a un río para ver cómo se los lleva la corriente. Eso, que a los niños les apasiona, debe formar también parte de la actividad y has de preverlo también en los horarios estimados.
Además de los preparativos y precauciones propias de cualquier salida en el monte, es esencial valorar todo aquello que puede ocurrir ya que con niños ninguna eventualidad es descartable. Cansancio, hambre y sed, frío o calor, heridas, picaduras, chapuzones involuntarios… te sorprenderías de la cantidad de cosas que pueden suceder, sobre todo oiremos más quejas si el niño no se lo está pasando bien en la excursión.
Es importante también que ellos lleven su propio material. No consiste en hacerles cargar con todo, pero sí pueden llevar cosas esenciales como una pequeña cantimplora (los adultos llevaremos más agua para rellenar) y un poco de comida o cosas de poco peso como un forro, un gorro y unos guantes. No solo se trata de dotarles de responsabilidad y no convertirlos en tan dependientes de los adultos para acciones sencillas como beber cuando tienen sed o poder abrigarse cuando tienen frío, les enseña también a ser autónomos en montaña y a conocer el material esencial cuando se sale al monte.
Una pequeña libreta y un lápiz para que vayan apuntando cosas que descubren o proponerles retos del tipo encontrar o fotografiar una especie concreta de animal o planta, un tipo de roca o un accidente geográfico como una cueva o un manantial son actividades sencillas que les entretienen y les hace involucrarse de un modo muy sano y educativo. Igualmente es una excelente opción explicarle la ruta previamente y encargarles que avisen cuando vean el siguiente cruce o cualquier otra referencia (fuente, arroyo, mirador, árbol característico, señal…) que indique que vamos por la ruta correcta. El hecho de nombrarles guías de la actividad, aunque solo sea un título nominativo, les gusta y motiva. Si hay varios niños guías prepararos para intervenir en la resolución de conflictos, eso sí.
Aunque siempre hemos sido defensores de las actividades ligeras, con niños nunca está de más llevar material extra por si acaso. Ropa de recambio es lo más habitual, sobre todo en el caso de que vayamos a recorrer zonas con nieve o agua, pero un chubasquero aunque no haya previsión de lluvia o un forro aunque no haga frío son dos básicos que no deberíamos de olvidar, al igual que otros básicos como crema para el sol, gorro o guantes.
En el caso de bebés, lo normal es que no caminen más de unos pocos minutos. Deberás llevar portabebés y prepararte para saber utilizarlo de modo que tanto tú como el bebé estéis lo más cómodos posibles. A este respecto escribimos el artículo sobre cómo elegir tu mochila portabebés que te invitamos a leer si es que no lo has hecho ya.
En caso de que al niño le suceda algo grave que le impida caminar (una rotura, un desvanecimiento, agotamiento...) y debamos pedir ayuda, lo más rápido y eficiente siempre es utilizar el teléfono móvil. Si estás en una zona sin cobertura estamos en un problema grave, porque la rapidez de la solución dependerá de si nos acompañan otros adultos con los que podamos dejar al niño herido con ellos y vayamos a pedir ayuda o, en caso contrario, que tengamos que cargar con él. En ese segundo caso, la situación se complica por la dificultad de la marcha con un niño a cuestas probablemente con dolores o malestar.
Solemos recomendar llevar un silbato. El silbato es una herramienta económica, ligera, sencilla y eficaz de dar aviso y destacar nuestra presencia. Sin embargo, conocemos el poder atractivo que tiene un silbato en posesión de un niño y no suele ser demasiado recomendable por la tranquilidad y el sosiego salvo que entiendan bien que es un aviso solo para casos de emergencia. Es decisión de los adultos responsables de la excursión dar a los niños un silbato, teniendo en cuenta que ciertos sonidos pueden ser molestos, sobre todo para quienes no pertenecen a nuestro grupo y se ven obligados a escucharlos.
En los cortos días de invierno o en el caso de excursiones a última hora de la tarde será obligatorio llevar frontales. Al menos uno, pero recomendable que cada participante lleve algún método de iluminación para poder regresar a casa o al vehículo que nos ha traído, además de ser una gran herramienta para indicar nuestra localización a distancia cuando es de noche.
En resumen: elige una actividad acorde a la edad y las capacidades de los más pequeños e involúcralos en la preparación y en la marcha. Estate preparado para cualquier eventualidad y asegúrate de que se desarrollará de un modo motivante por objetivo, por desarrollo entretenido o por compañía.
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