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Escalada británica en estado puro: dura, comprometida, sin seguros fijos...y de alto grado.
Todo sobre el Mal de Altura y como combatirlo.
El comúnmente conocido como Mal de Altura es uno de los principales hándicaps para el montañero y alpinista que se adentra más allá de las fronteras de la biosfera.
La disminución de la presión del oxígeno provoca que, en cada respiración, una menor cantidad de este gas entre en nuestro organismo, llevándolo en las grandes montañas a límites cercanos a la imposibilidad de la vida.
Álvaro Lafuente es un conocido alpinista y colaborador de Barrabes. Con apenas 14 años comenzó a hablarse de él como uno de los mejores de su generación, y en los años posteriores sus logros por todo el mundo confirmaron esta apreciación.
Ahora, con poco más de 20 años, compagina la escalada y el alpinismo en Pirineos, Dolomitas y Alpes con los estudios de 6º curso de medicina entre las Universidades de Zaragoza y Milán. Con excelentes resultados, hay que decir.
Junto a Sofía Marco García-Reol escribe este artículo sobre los problemas fisiológicos que sufrimos los montañeros y alpinistas en altura. Porque, entendiéndolos, sabremos identificarlos e intentar combatirlos.
Sofía es también escaladora y montañera, estudió Enfermería en la Universidad de Zaragoza (2012-2016), y comenzó su formación como residente en mayo de 2017, empezando ese mismo año la formación del Máster de Urgencias en Montaña y Medios Inhóspitos de la Universidad Camilo José Cela, dirigido por la doctora María Antonia Nerín.
Este texto, como ellos explicarán, tiene interés divulgativo dirigido al público en general.
El mal de altura suele tener lugar en lugares inhóspitos en los que no hay asistencia médica. Pero, como bien explican Álvaro y Sofía, hay que intentar siempre ponerse en manos de un profesional médico y no automedicarse, salvo casos graves en lugares aislados en los que no exista la opción de comunicar.
Si se contempla la posibilidad de que esta situación puede darse (problemas en aislamiento, sin posibilidad de comunicación de ningún tipo), hay que consultar a los profesionales a priori, antes de partir, y seguir sus instrucciones al pie de la letra en el caso de dificultades.
Es muy interesante intentar llevar siempre un teléfono satelital que nos permita comunicar desde cualquier punto del planeta, incluso aislados o en altura, con los profesionales médicos adecuados.
Texto: Álvaro Lafuente Lahoz – Sofía Marco García-Reol
Fotos: Álvaro Lafuente, Barrabes
A pesar de ello, la altitud cada vez está más estudiada, y se aplican avances médicos y técnicos para que la adaptación sea más rápida y mejor, algo que favorece el auge del alpinismo rápido que lleva a grandes corredores a enfrentarse a retos como los realizados por Kilian Jornet en el Everest el pasado año, una autentica proeza.
Tampoco hay que olvidar que la altitud ha sido utilizada desde hace años para el entrenamiento pre-olimpiadas, por lo tanto nos adentramos en un campo muy amplio del que hay numerosos estudios. Por ello aquí vamos a explicar cuáles son los mecanismos que se ponen en marcha cuando estamos en altura, por qué es importante aclimatar, cuáles son los signos y síntomas que nos tienen que preocupar, y qué debemos realizar en primer lugar en caso de sufrirlos.
Los factores que intervienen en este tipo de patologías son cuatro:
Si a esta carencia le sumamos el duro ejercicio que supone escalar montañas, para el que hace falta un mayor aporte de oxígeno y nutrientes que compense el gasto derivado de éste, se llega a una situación en la cual el organismo debe poner en marcha mecanismos compensatorios fisiológicos que adaptarán (comúnmente conocido como aclimatar) a la persona a medida que asciende, siempre y cuando esta velocidad de ascensión no sobrepase la capacidad adaptativa de nuestro organismo.
Si esto ocurre los síntomas derivados de la altitud aparecerán y crearán problemas, bien sean de rápida aparición como el Mal Agudo de Montaña, o problemas de lenta aparición y más compleja solución como los edemas pulmonares y cerebrales.
También van a interaccionar factores específicos de cada persona, de los que hablaremos posteriormente.
A continuación se describirán los mecanismos de adaptación. Se pretende dar una idea general de los mecanismos adaptativos para toda aquella persona curiosa, o que tal vez quiera realizar una ascensión a una montaña en altitud, y que una vez en ella pueda comprender el por qué de las sensaciones que tiene.
Podemos nombrar un aumento de la frecuencia respiratoria (taquipnea); a más altura más respiraciones por minuto. Al respirar más veces por minuto se respira más volumen de aire. El aumento se produce durante una semana, disminuyendo progresivamente para, finalmente, estabilizarse en, aproximadamente, un mes de estancia a esa altitud.
También se produce broncodilatación causada por una respuesta adrenérgica (Adrenalina y Noradrenalina) propiciada por la hipoxia, aumentando la cantidad de aire que entra al pulmón. Además, se mejora el flujo de salida de aire del pulmón por esta broncodilatación y por la menor densidad del aire en altura.
Si estos mecanismos de adaptación, no son efectivos se producirán otra serie de complicaciones. La estructura de los vasos sanguíneos se debilita y se producirá edema (líquido) en el pulmón. Disminuirá el intercambio de los gases (O2-CO2) y la elasticidad pulmonar.
Si la presión de O2 baja de 60mmHg (cantidad de oxigeno normal en sangre), se desencadena una respuesta constrictora a nivel del músculo liso arterial. La distribución de esta vasoconstricción es diferente en cada individuo, y tiene como objetivo aumentar la cantidad de oxígeno que llega a los órganos vitales (cerebro, corazón y pulmón), reduciendo el aporte en los músculos. No hay que olvidar que el cerebro es un órgano sumamente sensible a las variaciones de oxígeno, produciéndose isquemia de manera precoz, y los problemas neurológicos que ello conlleva.
Un estudio realizado en el Cho-Oyu en 1985 concluyó, valorando parámetros como el frío, la hipoxia, la baja presión barométrica y el grado de ejercicio físico, que existe una mejoría en la adaptación pulmonar con la progresión lenta a alturas superiores a los 5200m, si se mantiene esta adaptación lenta al menos durante los 15 primeros días.
También se observaron en un grupo de los deportistas estudiados ciertas alteraciones pulmonares sin que produjeran clínica, al ascender de forma brusca a alturas superiores a los 6600m. Se observó que este deterioro se prolongaba durante los días siguientes, a pesar de haber vuelto a cotas próximas del nivel del mar.
Por lo tanto, la recuperación de la normalidad en la mecánica ventilatoria tras la exposición a la extrema altura es tardía.
Con la hipoxia aumentan los eritrocitos y la hemoglobina, por lo tanto, la capacidad de transportar oxígeno por la sangre, compensando la disminución de la presión parcial de oxígeno. Por otra parte, también aumenta la destrucción de eritrocitos.
A mayor hematocrito mayor capacidad de transportar O2 pero al mismo tiempo aumenta la viscosidad de la sangre y por lo tanto disminuye la velocidad que esta recorre nuestros vasos. Lo normal en varones es tenerlo entre el 42% y 54% y mujeres 38%-46%.
Una estancia en alturas superiores a los 5000m desencadena un aumento de la concentración de Hb en sangre. Si se prolonga, se observan cifras del 130-140% del valor normal. El objetivo es compensar la falta de oxígeno, aumentando su transportador en sangre (Hb).
Al producirse el mecanismo compensatorio de taquipnea que hemos nombrado, y dado el porcentaje disminuido de vapor de agua en el aire, se produce una deshidratación. El aumento de la Hb y la deshidratación hacen que el componente líquido de la sangre disminuya, haciéndose esta más “viscosa”. Se produce un aumento del hematocrito y alteraciones de la coagulación, que serán causantes, junto a otros factores, del dolor de cabeza, congelaciones etc… Esto puede producir un deterioro en la microcirculación periférica y más en concreto en la muscular, territorio que precisa un correcto riego sanguíneo.
En otro artículo en 2007, se indica una posible remodelación después del nacimiento de los vasos sanguíneos del pulmón, siendo el principal factor responsable de la adaptación cardiovascular en grandes altitudes. Existe una relación directa entre la altitud y la presión arterial pulmonar (que ya hemos dicho que desencadena la gran mayoría de problemas). El número de generaciones también parece influir en el incremento de la presión arterial pulmonar siendo la población del Tíbet la mejor adaptada ya que tienen la descendencia a la mayor altitud del mundo.
Diversos estudios concluyen que hay una relación directa entre la altitud y la presión arterial pulmonar. Las poblaciones que habitualmente viven entre los 4000-5000m son capaces de resistir en alturas superiores varios días que los que viven a menor altura.
Una persona sin aclimatar podría perder la consciencia en poco tiempo por encima de los 5000m.
Actualmente, la vida humana continuada por encima de los 5500m no es posible.
De hecho, es este aumento de 2.3 BPG el verdadero responsable de la adaptación a altura, y no el mayor número de glóbulos rojos. Como hemos explicado, al haber menor presión en sangre, entra menor cantidad de oxígeno en los pulmones, y la saturación de la sangre cae. Los procesos de adaptación suplen esta caída, y en el caso del aumento del número de glóbulos rojos permite transportar más oxígeno.
Pero el responsable de que éste oxígeno transportado se libere es el 2.3 BPG. Si éste no aumentara, se transportaría más oxígeno, pero este no sería liberado a los tejidos.
Tras 2 o 3 meses por encima de los 5500m, estos mecanismos de aclimatación provocan que, a pesar de un descenso al 77% de la saturación (por la disminución de la presión de O2), podamos continuar en altura.
Tras la exposición aguda a la altitud aparece un incremento de la frecuencia cardiaca basal durante las primeras 72h, para ir disminuyendo hasta haber transcurrido 10 días en montaña.
Con la exposición brusca a la altura se observan alteraciones en el electrocardiograma, es decir, alteraciones en la actividad eléctrica del corazón.
A través de diversos estudios se saca la conclusión de que la hipertensión arterial pulmonar puede justificar por si sola todas las alteraciones cardíacas
Todos estos mecanismos compensatorios, tienen como objetivo mantener el aporte de oxígeno en niveles “normales” a pesar de la disminución de este en la atmósfera y en la sangre, favoreciendo la liberación de oxigeno de la sangre a los tejidos, así estos pueden usar el oxígeno para mantener las funciones celulares.
El primer mecanismo que entra en acción en la hipoxia es el aumento del gasto cardiaco.
¿Por qué? Porque la hipoxia desencadena posteriormente una activación de la eritropoyetina que estimula la médula ósea y forma nuevos elementos de la serie roja y en consecuencia aumenta la cantidad de Hb, mejorando la capacidad de transporte de oxígeno. Una vez incrementada la hemoconcentración, posteriormente disminuye el gasto cardíaco.
Esta Poliglobulia es el principal mecanismo de compensación en la aclimatación, lo que requiere variaciones importantes en el metabolismo del hierro, ya que para transportar el oxígeno se requiere hierro.
Finalmente se producen aumento del 2,3 difosfoglicerato (2,3-DPG) aumentando la liberación del O2 transportado en tejidos, y que probablemente es el mecanismo que más impacto tiene.
Los síntomas van de leves a graves. Generalmente un alto porcentaje de personas que accede a altas alturas como 4000m, sufren algún tipo de alteración relacionada con el MAA. Aunque estas sean apenas apreciables, diversos estudios han confirmado que se producen, sin embargo, mínimas alteraciones en nuestro organismo.
Síntomas iniciales del MAA:
Síntomas avanzados y graves del MAA:
Dentro del MAA grave, se pueden incluir las complicaciones de este, como el Edema Agudo de Pulmón, Edema Cerebral y finalmente puede llegar al coma o a la disminución de la consciencia.
Son factores de riesgo:
Las primeras manifestaciones tras la exposición a la altura pueden aparecer entre un amplio rango de tiempo, desde horas a dos días, e incluso algunas publicaciones sugieren hasta varios meses tras la exposición a la altura.
Se puede establecer una cota límite en la que se producirá más fácilmente un EAP, generalmente por encima de los 2700m respecto el nivel del mar. Pero se han visto casos incluso a 2000m de altitud, como hemos dicho, influenciado por los diferentes factores individuales.
Los síntomas más comunes son taquipnea y taquicardia, cobrando mayor importancia si se produce en reposo, tos persistente, disnea progresiva.
Si evoluciona aparece disnea en reposo, y posteriormente expulsión en la tos o en la saliva color rosa o sangre pudiendo tener un aspecto espumoso y con severa afectación del estado en general con un cuadro de gran ansiedad y disminución de la consciencia.
Se produce por salida de líquido al espacio pulmonar.
Ambos mecanismos lesionales -hipóxico y traumático (por las micro embolias y micro burbujas)- favorecen la aparición de edema pulmonar.
Existe tratamiento médico administrado por sanitarios para casos graves que trata de reducir el edema (Acetazolamida o dexametasona), además se podrán utilizar analgésicos para la cefalea (se trata más abajo).
Sus síntomas son: dolor de cabeza, insomnio, falta de apetito y disminución de la consciencia o torpeza del pensamiento.
Estas alteraciones pueden llevar a que la persona se abandone en medio de la montaña. Muchos alpinistas han muerto, dejando su cuerpo y mente en la montaña, después de que un sentimiento de bienestar les recorra el cuerpo.
La pérdida de interés por los objetivos provoca que la persona decida quedarse a dormir un poco con la fatal consecuencia de que nunca despertará.
Esta lucha interna -de la que poco se habla, pero que muchos han sentido, en algunos casos conocidos con fatal desenlace- es el mayor factor para alcanzar objetivos en ascensiones sin oxígeno. Aquellas y aquellos que vayan a subir a altura, especialmente por primera vez, deben tener esto muy en cuenta.
Porque si sabemos reconocerlo, podremos luchar contra ello, en lugar de dejarnos llevar.
Un 80% de las personas por encima de los 3000m presentarán cefalea de diversa intensidad. Su aparición puede acompañar a mareos o nauseas, y suele ser más intensa en mujeres y en personas jóvenes. Su duración no debería ser superior a 2-3 días.
Su tratamiento se basa en mantener una buena hidratación a base de agua, uso de analgésicos y antiinflamatorios, como el parecetamol o ibuprofeno. El uso de triptanos (usados para el tratamiento de la migraña) no es eficaz en altura, pero si en pacientes que ya presentaban migraña anteriormente.
Evidentemente el uso de O2 sería muy eficaz.
La Aspirina tendría un efecto similar al Ibuprofeno, en ambos se debe tener precaución de no darlo en caso de hemorragia o riesgo de sangrado, (no para tratamiento del dolor en una fractura) ya que esto incrementaría el sangrado al ser un medicamento anti-agregante.
El Ginko Biloba es anti-agregante, pero no es tan efectivo como otros tratamientos.
De todas formas, la altitud provoca reacciones adversas de los fármacos, por lo que, no se recomienda la automedicación, sobre todo la de ciertos fármacos, (incluido el oxígeno, que se considera un medicamento) que pueden causar alteraciones de la consciencia, arritmias, hemorragias o deshidratación.
La respuesta cardiovascular viene condicionada por el periodo de aclimatación: al principio la frecuencia cardíaca y el gasto cardíaco se elevan y posteriormente caen por debajo de los valores normales.
También se producen cambios respiratorios: se aumenta el volumen minuto respirado y se aumenta la frecuencia en relación a la altitud alcanzada, causando deshidratación.
Se produce una respuesta a nivel sanguíneo, por la que se libera O2 en los tejidos.
Por último, se producen cambios metabólicos como la pérdida de peso, disminución del colesterol y la capacidad máxima de transporte de O2, y aumenta la diuresis.
La aclimatación es un proceso muy importante en la actividad de los alpinistas, y si no se tiene conocimiento de ello, puede llegar a causar la muerte propiciada por el MAA, y por sus complicaciones más frecuentes: el Edema pulmonar y cerebral.
Conocer su sintomatología es lo más importante después de la prevención, pequeños conocimientos pueden marcar la diferencia, ya que un diagnostico precoz influye en un descenso precoz, más rápido y eficaz. Un descenso demasiado tarde será costoso y difícil.
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