El forro polar se ha convertido en un indispensable en la indumentaria de montaña. Desde los primeros polares gruesos de hace 40 años a los modernos forros elásticos ajustados y técnicos, cada tipo de forro polar tiene unas características demandadas y un público potencial que valora sus prestaciones. Te explicamos aquí cómo elegir el modelo que más te conviene para tus necesidades y tu actividad.
Los forros polares. Prenda multiactividad desde hace 40 años. Foto Rab
Los forros polares llevan acompañándonos 40 años y, con cambios estéticos y técnicos que a veces hacen difícil reconocer un forro como tal, han ido evolucionando para seguir dándonos las prestaciones de aislamiento térmico y transpirabilidad por las que son tan valorados.
Algo de historia
Combatir el frío en montaña ha sido desde siempre una de las grandes metas de habitantes de los valles y de visitantes de las cumbres. Las soluciones tradicionales basadas en productos y tejidos naturales fueron aceptables mientras no hubo una necesidad de transpiración y ligereza. La utilización de la lana o el fieltro eran soluciones bastante aceptables, pero los tejidos eran demasiado pesados y poco transpirables hasta que las tecnologías no consiguieron un desarrollo óptimo de la industria textil.
Aún así, productos como lana y sus derivados u otros como algodón, seda o lino tenían serias carencias en el momento en el que se necesitaba una prenda que no interfiriera en el esfuerzo realizado por los alpinistas y que permitiera un correcto confort térmico, esto es, que aislara del frío, que no sobrecalentara y que permitiera la máxima evacuación del sudor para no caer en el peligro de hipotermia cuando cesara la actividad física en condiciones de frío. Además de todo esto, se necesitaba que las prendas fueran poco voluminosas y de rápido secado, tanto por el propio sudor como tras cada lavado. Como podemos imaginar, las exigencias que hoy en día nos parecen básicas eran un imposible para usuarios y fabricantes hasta mediados de los años 70 del siglo XX.
Tras algunos primeros prototipos de chaquetas con una mezcla a partes iguales de lana y poliéster por parte de la empresa americana Malden Mills, Helly Hansen comienza a comercializar sus prendas realizadas totalmente con materiales sintéticos. Tras sucesivas mejoras y cambios de nombre comercial (Polar fleece, Polar Plus, Polar Lite y desde 1991 hasta hoy Polartec), Malden Mills va perfeccionando el material de lo que en castellano conocemos como forro polar.
El secreto está en el material
Hemos dicho que el material es totalmente sintético, pero no hemos mencionado qué fibra o mezcla de fibras forman el forro polar. El forro polar es poliéster al que se le ha dado un tratamiento especial para retener mejor el calor corporal.
Si nos sigues habitualmente, ya habrás leído explicaciones de cómo funcionan las prendas de montaña y cómo logran el ansiado confort térmico y sabrás que, en puridad, ningún material da calor sino que ayuda a conservar el que nuestro cuerpo genera. Básicamente se trata de impedir que el calor salga al exterior, pero permitiendo la evacuación de la humedad que generamos al hacer ejercicio para no sentir incomodidad y frío.
El material que permite un tratamiento que le dé espesor y con el que se conserven las características originales de hidrofobia y comodidad lo tenemos identificado desde hace mucho tiempo. Se trata del poliéster sometido a un tratamiento de cardado para darle el espesor necesario que permita conservar mejor la temperatura corporal. Poliéster, ni más ni menos, es el forro polar.
Aunque en origen se fabricaba como una polimerización del etilenglicol con tereftalato de dimetilo, en la actualidad casi todo el poliéster mundial y el 100% del poliéster utilizado en el textil del material de montaña, un sector muy concienciado con la conservación del medio ambiente, proviene del reciclado de envases PET (tereftalato de polietileno), con lo que se consigue no extraer más recursos fósiles y además no llenar más los vertederos con el material más utilizado en botellas no retornables. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que elegir para abrigarnos el poliéster utilizado en material de montaña - sobre todo en rellenos de chaquetas, de sacos, prendas transpirables y otros muchos tejidos - es una gran decisión para cuidar el medio ambiente.
Polar 100, 200, 300… la importancia del grosor
Al igual que otras prendas de abrigo, los forros polares tienen un sistema muy sencillo para mejorar su capacidad térmica y es aumentando el grosor del material. No parece muy complicado de entender que a mayor cantidad de tejido la capacidad para retener el calor corporal será mayor, aunque haya que tener en cuenta también los inconvenientes que conlleva vestir un forro polar más grueso.
A mayor grosor mejor retención del calor, pero también menor transpirabilidad y mayor lentitud en el secado, más volumen cuando se lleva recogido y más peso. La elección de un grosor específico viene determinado por las características que queremos disfrutar de ese forro que generalmente es ganar calor a costa de perder transpirabilidad y, en ocasiones, comodidad.
Un forro polar fino puede ser incluso una estupenda prenda interior. Foto Rab
La clasificación más habitual de los forros polares es la de gramaje, que establece un redondeo en la cantidad de tejido de cada prenda expresado en gramos por metro cuadrado. De este modo, encontramos las clásicas categorizaciones de polar 100 cuando el tejido tiene aproximadamente 100 gramos por metro cuadrado, polar 200 cuando tiene 200 gramos por metro cuadrado y polar 300 en la misma correlación. Aunque existen grosores mayores, su utilización en montaña es escasa debido a su falta de uso práctico, ya que para ese aislamiento térmico es más cómodo utilizar una chaqueta con relleno sintético o relleno de plumas. Te informamos de sus características y diferencias en el artículo sobre prendas de pluma o fibra.
A la hora de la verdad, nos encontramos con que muchos fabricantes no utilizan una categorización tan rígida y especifican claramente valores exactos como 180 o 260g/m². El redondeo a 100, 200 o 300 nos sirve para aproximarnos de un modo práctico a las necesidades de cada persona y cada actividad sin entrar con precisión en detalles concretos de la cantidad de tejido empleado en esa prenda. Luego verás como si eliges un forro polar elástico, la importancia del grosor queda un poco en segundo plano.
Forro polar, forro polar cortavientos y forro polar elástico
Viento y lluvia son los enemigos del forro polar. El forro polar fabricado exclusivamente en poliéster ya hemos visto que es una gran herramienta para conservar el calor corporal y que, además, es extremadamente transpirable. Esta gran transpirabilidad que hace que el forro polar sea una opción inmejorable en actividades aeróbicas tiene un cara negativa en condiciones de viento, ya que hace que el calor retenido entre nuestro cuerpo y la prenda desaparezca rápidamente, siendo muy poco eficiente cuando las condiciones meteorológicas no son viento en calma o no vestimos un cortavientos por encima.
Con un forro clásico hay que añadir prendas para proteger del viento. Foto Rab
Algo parecido sucede con la lluvia. El poliéster es un material ampliamente hidrófobo, apenas retiene un 1% de su peso en humedad, pero deja pasar el agua a través suyo, de modo que aunque siga abrigando incluso estando mojado, no nos va a proteger de la lluvia en ningún caso. Algunos fabricantes dan tratamientos DWR (Durable water repellent, repelencia duradera al agua) a sus forros, pero lo único que nos protegerá en caso de lluvia será vestir una chaqueta impermeable por encima del forro.
Los fabricantes se dieron cuenta pronto de este gran problema con los forros polares y enseguida dispusieron de soluciones para evitar la gran permeabilidad al aire de sus prendas. La solución más recurrente fue la de colocar un tejido interior entre dos capas de forro polar que permitiera el aislamiento al aire pero no limitara la transpirabilidad. Ante estas dos funciones contrapuestas las marcas se decantaron por diversos materiales como poliéster microporoso, poliuretano microporoso o microfibras de poliamida con el mismo objetivo de reducir la entrada de aire sin bloquear la transpiración.
Sin embargo, la solución resultó ser práctica solo en determinadas condiciones como paseos suaves sin mochila o actividades con frío muy intenso. En situaciones de temperaturas no totalmente invernales, con ejercicio muy intenso o simplemente haciendo una excursión con mochilas ceñidas la acumulación de sudor dejaba al forro polar cortavientos sin la función de total transpirabilidad que tantas ventajas le daba respecto a otras prendas de abrigo. Finalmente, desde la aparición de las primeras prendas softshell, que además de calor proporcionan transpirabilidad y relativamente buena impermeabilidad, los forros polares cortavientos fueron desapareciendo paulatinamente de los escaparates de las tiendas de montaña.
Otro problema que demandaba solución era el de la excesiva rigidez de los forros polares. En actividades tranquilas como senderismo no parecía demasiado importante que la prenda acompañara al movimiento del cuerpo, pero mientras escalamos o realizamos actividades muy aeróbicas como esquí de travesía el clásico forro polar se desajustaba rápidamente levantándose o formando arrugas en las zonas de presión con las mochilas.
La combinación de elastano con el poliéster del forro polar permite una gran flexibilidad a la prenda que la hace muy recomendada para actividades en las que vayamos a realizar movimientos aeróbicos o simplemente por una cuestión estética y de comodidad, al quedar bastante ajustada al cuerpo. Pero no solo eso, en el siguiente apartado te explicamos por qué los forros polares elásticos son nuestra elección favorita, tanto si vas a realizar actividades técnicas o intensas como si no.
¿Qué prenda polar elegir para cada actividad?
En primer lugar, el grosor es lo más determinante en cuanto a conservación de la temperatura. Un polar 100 será útil en condiciones de frío moderado o si vamos a realizar una actividad física intensa en la que solo necesitemos una protección mínima contra el frío.
Para actividades más reposadas o cuando el frío es más intenso deberemos elegir prendas de polar 200 o incluso polar 300 si las condiciones climáticas son muy extremas o nuestra actividad es especialmente sosegada, como la de trabajadores al aire libre.
En actividades en interiores con frío o en el exterior cuando no sopla el viento, un forro polar clásico será más que suficiente. También nos podemos decantar por el sencillo forro tradicional si nuestra actividad no tiene una especial intensidad aeróbica y podemos llevar un cortavientos como tercera capa, asumiendo que en este caso una de las mejores características del forro polar como es su transpirabilidad quedará básicamente anulada.
Su propio nombre lo dice, los forros polares con membrana cortavientos son útiles para esos momentos en los que, además del frío, debemos aislarnos del aire, aunque el equilibrio entre aislamiento térmico y transpirabilidad es complicado de adivinar en estas prendas antes de utilizarlas por primera vez y las variables personales, ambientales y de desarrollo de la actividad no ayudan a predecir qué modelo de forro cortavientos será el más adecuado. La mejor utilización del forro polar con membrana cortavientos es la de actividad física moderada con frío intenso, dependiendo obviamente del grosor de forro elegido y de las características de la membrana interior.
Los forros polares elásticos – la genérica denominación de power stretch es una patente de Polartec – son una de las soluciones más sencillas y prácticas a los problemas que se asocian a los forros polares, tanto en actividad reposada como intensa. Por su aspecto exterior liso y su patrón ajustado a veces hay gente que los confunde con neoprenos, aunque ni por materia prima ni por características tienen nada que ver un material con el otro.
La combinación del poliéster del forro con un alto porcentaje de elastano logra en los forros polares elásticos una característica adaptativa a la actividad más que interesante: Cuando estamos en reposo o realizando movimientos muy calmados el forro polar elástico permanece con sus fibras elásticas encogidas dando un estado tupido a la prenda, favoreciendo el grosor que conserva el calor e impide la entrada de aire. Cuando nos movemos enérgicamente el elástico del tejido permite que la prenda siga pegada a nuestro cuerpo pero abriendo los espacios entre hilos, con lo que disminuye ligeramente el grosor y la tupidez, haciendo el forro menos cálido y más transpirable. Esto permite regular mucho mejor la temperatura al liberar calor durante el ejercicio aeróbico, permitir mayor permeabilidad de aire y mayor transpirabilidad.
De este modo, los forros polares elásticos tienen la ventaja de ser muy adaptables a las diversas situaciones por las que vamos a pasar en montaña, pudiendo elegir estos modelos para un sinfín de actividades y circunstancias en condiciones de frío.
Asi pues, elige tu forro atendiendo a las características que vayas a necesitar de grosor, protección contra el viento y adaptabilidad al movimiento. También, como en todas las prendas, ten en cuenta otras prestaciones como tipos de cremallera (completa, media o un cuarto) y accesorios incluidos como bolsillos, capucha o ajustes en bajo y puños que, aunque muchas veces son pasados por alto, pueden marcar la diferencia entre una prenda cómoda o molesta.
Esperamos que te haya resultado interesante este artículo sobre forros polares ¿Te has quedado con alguna duda? Visita nuestra página web o nuestras tiendas físicas y allí podremos responder a tus preguntas y asesorarte en lo que necesites para hacer tu actividad lo más técnica y cómoda posible.
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