Bastones de trekking y trail running ¿cómo elegir y regular la longitud adecuada?
Guía práctica para regular la longitud de tus bastones en montaña según tu altura, terreno y actividad
4 días, 2 duros vivacs, 1.000m, M7, 95º. Así es la nueva escalada de Iker y Eneko Pou junto a Micher Quito en el Copa, Perú.
Nueva gran actividad para los Pou en Perú: Eneko e Iker, con la habitual compañía del local Micher Quito: apertura de “Puro Floro” en la cara sureste del Copa, montaña de 6.190m situada en la Cordillera Blanca, en el Parque Nacional de Huascarán.
Califican la escalada (M7/95º/A2/1000 m), que les ha llevado 4 días, como una de las más importantes de su carrera: “Ha sido algo genial, difícil, duro y comprometido, y lo cierto es que hemos acabado exhaustos, pero, en todo caso, una aventura magnífica. Hemos escalado con anterioridad rutas de mucha envergadura en esta misma cordillera como fueron “One Push” al Pumahuacanca de 5563 m o “Ya Pe Cholo” al Ranrapalca de 6164 m, pero la cantidad de largos difíciles, los dos vivacs durante el ascenso y la altura de esta montaña, hacen de esta apertura algo muy especial”.
El primer día, tras dos horas, llegaron a unos 5.000m en la morrena, en donde durmieron al lado del glaciar. Era el preámbulo que comenzó a la mañana siguiente a las 4:20 de la mañana, con 1.200m por delante llenos de incógnitas. “Avanzamos rápido los primeros 200m sobre palas de nieve inclinadas, pero a partir de ahí nos ralentizamos sobre un terreno mixto bastante difícil de piolets y crampones”.
Van turnándose en cabeza por zonas difíciles y desplomadas, hasta que a las 16:30, tras 12 horas de actividad, llegan a una repisa que les permite vivaquear. “La pared es tan vertical que no hemos visto otra en todo el camino”, afirman. Pasan la noche medio sentados, con el arnés puesto y enganchados a la roca. “No dormimos prácticamente nada. Cualquier movimiento daría con nuestros huesos 400 metros más abajo, y dedicamos la noche a mover dedos de pies y manos para no acabar congelados”.
A las 8:00 de la mañana siguiente empezaba un día de escalada que confiaban les sacara de la pared. Pensaban que lo que venía sería más fácil, pero la realidad que se encontraron fue que todo seguía siendo tan vertical, y que las zonas desplomadas se sucedían una detrás de la otra. “La única ventaja es que en la parte superior de la ruta empezamos a encontrar más hielo con lo que nuestra progresión comienza a mejorar. Pero en la parte final arrecia con fuerza el viento y nuestros cuerpos sienten la debilidad del esfuerzo y las bajas temperaturas”.
Aún así, a las 17:00, cuando solo queda una hora de luz, alcanzan la arista somital, a 6.000m. “Después de 9 horas hemos salido de la vertical y, a pesar de las bajas temperaturas, estamos felices de poner los pies en plano”. Pero no queda luz, y sin embargo sí que les quedan 200 metros para llegar a cumbre. “Avanzamos como podemos abriendo huella en nieve profunda, pero vamos muy cansados… Una hora después nos damos cuenta de que no seremos capaces de alcanzar la cumbre ya sin luz y exhaustos. Es el momento de tomar la decisión de volver a parar y vivaquear…”.
”Para nosotros es la peor de las opciones: A cuenta de aligerar solo hemos comido dos barritas energéticas en todo el día; una para desayunar y otra durante la escalada”.
El viento del atardecer desploma las temperaturas, y sin tienda y con sacos finos (elecciones para aligerar al máximo el peso), la perspectiva no es muy halagüeña. Pero no les queda otra. “Hacemos un agujero en el hielo y echamos nuestras esterillas y nuestros sacos. Nos acurrucamos los unos contra los otros para tratar de conservar el poco calor que nos queda. Hace tanto viento que a duras penas logramos encender el hornillo para calentar una sopa y un sobre para los tres, que es lo único caliente que nos queda. En el proceso Iker quema parte del saco, ya que no queda otra que intentar hervir el agua dentro de éste. Es una medida desesperada, pero es eso, o quizás no meter nada caliente al cuerpo y que éste no aguante una durísima noche a 6032 m en mitad del hielo… Nos lleva mucho tiempo este proceso, porque cada tanto el viento apaga la llama…”
A las 5:00am, tras la que califican como “una de las peores noches de nuestra vida”, segunda consecutiva sin dormir, se levantan resueltos a llegar a cumbre. Y lo consiguen a las 8:15am, “después de una paliza increíble abriendo huella. Nos abrazamos felices en lo más alto. Estamos físicamente tan desgastados por no dormir, no comer, apenas descansar, y todo el esfuerzo de tres días consecutivos, que de haber estado la cima cien metros más arriba, creo que no lo habríamos logrado”.
Toman una decisión que ya habían valorado: bajar por la otra vertiente. “La pared por la que hemos subido es demasiado grande, vertical y peligrosa”. Así que comienza la búsqueda del camino entre un laberinto de torres de hielo y grietas “que, de tan grandes, asustarían al más osado de los alpinistas”. Tras varios rápeles en estos impresionantes seracs, y algunas horas más de bajada, llegan al final del hielo, pero aún les queda mucho camino para finalizar los 3.000m de desnivel que hay desde la cumbre hasta el lugar en el que iban a pasar a recogerlos.
Son las 17:00 cuando alcanzan finalmente su objetivo, tras otra intensa jornada de 10 horas de actividad “que tuvimos que resolver sin nada de comida”.
“Al día siguiente, y ya en la seguridad de nuestro alojamiento en la ciudad de Huaraz, comprobamos que hemos perdido cuatro kilogramos cada uno. Pero tanto sufrimiento ha merecido la pena, porque hemos firmado nuestra mejor vía de alpinismo hasta la fecha. La Cordillera Blanca nos obsequia nuevamente con una gran actividad”.
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