Parten de Thule, en Groenlandia, con 16 perros y 4 cazadores Inuits para internarse en el Inlandis y el mar helado durante una temporada. Como en las primeras exploraciones árticas de Ramón de Larramendi, y mientras graban el modo de vida de los últimos cazadores nativos, van en completa autosuficiencia en busca de las antiguas y mágicas zonas de caza Inuit
Tras su llegada a Thule, el más remoto de los lugares habitados en el Ártico, poblado de 600 habitantes formado por la sedentarización de los Inuits, Ramón de Larramendi y Jesús Calleja se dedicaron a buscar los perros que iban a ser sus compañeros inseparables y su seguro de vida durante una temporada en la que se van a internar a través de la tundra, el Inlandis y el mar helado en busca de las antiguas y sagradas zonas de caza inuit. Para ello también cuentan con la compañía de 4 cazadores de Thule.
Van en completa autosuficiencia. Esto no es nuevo para Ramón de Larramendi, que en su travesía circumpolar de dos años de duración, por motivos obvios, ya tuvo que asumir la antigua forma de vida Inuit y procurar su comida tanto para él como para sus perros. Están rodando a los últimos cazadores Inuits, ya que en apenas 8 años se calcula que su milenaria forma de vida, aquella que les ha permitido sobrevivir en el sitio más extremo del planeta desde épocas que se pierden en la noche de los tiempos, habrá desaparecido por completo.
Así lo resumen Ramón y Jesús:
“Los Inuits no están satisfechos perteneciendo a Dinamarca y ansían una independencia que posiblemente según referéndum empezara a forjarse a partir del año 2012.
Estos esquimales están resentidos también con la base americana que se encuentra a unos 200 kilómetros de este punto.
En el año 1951, los americanos instalaron una base en plena guerra fría, para controlar el mundo desde este punto, y la construyeron junto al pueblo Inuit. A ellos nadie les preguntó, simplemente la construyeron con autorización de Dinamarca, y tan solo dos años después tuvieron que irse de sus propias tierras, porque se hizo imposible la convivencia con los militares, y estos simplemente les invitaron a irse, y eso hicieron en el año 1953, viviendo durante un año en sus antiguas tiendas e iglús, a 200 kilómetros de la que había sido su aldea desde tiempos inmemoriales hasta que los americanos les construyeron las casitas que hay en la actualidad.
A partir de esa fecha poco a poco la modernidad empezó a introducirse lentamente pero sin tregua.
Ahora hay un pequeño aeropuerto con una pista de 850 metros que se construyo en el año 2001, y Dinamarca subvenciona puestos de trabajo administrativos, y aparecieron otros trabajos que poco a poco están terminando definitivamente con la cultura esquimal de los Inuits.
Hace tan solo 30 años todo el mundo era cazador y las familias vivían exclusivamente de la caza y eran maestros de este arte manteniendo un perfecto equilibrio con la naturaleza, pues aquí es muy abundante la caza. Las familias eran felices.
Ahora hay una realidad diferente, con la modernidad también aparecieron vicios como el alcohol, que esta haciendo verdaderos estragos, la gente joven no quiere ni oír hablar de caza, y la vida se desarrolla entre dos mundos, pero a miles de kilómetros de las llamadas civilizaciones del primer mundo.
El contraste es extraño y nos deja asombrados, los esquimales que hemos contratado nos dicen que en tan solo ocho años ya no habrá ningún cazador.”
Y así nos cuentan lo que están haciendo:
”Hemos convencido a 4 Inuits de los más expertos que aún se niegan a tanta modernidad, para viajar de la manera tradicional a los lugares mágicos de caza.
Nos dirigimos al glaciar de Humboldt, que es el más grande del hemisferio norte y el segundo más grande del plantea con 100 kilómetros de frente, donde se encuentra una de las mayores concentraciones de osos polares. Los veremos, según nos dicen, sin ningún problema, es más, habrá que estar muy atentos porque ellos vendrán hacia nosotros, especialmente cuando durmamos atraídos por el olor nuestro y el de la comida.
Por el camino que estamos recorriendo íntegramente en trineos arrastrados por perros groenlandeses, atravesaremos la tundra, el casquete polar llamado “Inlandis” y el mar helado.
Cazamos focas para alimentarnos nosotros y los perros, y los Inuits cazarán o al menos lo intentarán un buey azmilclero, dentro del cupo asignado para su supervivencia. No somos cazadores, nadie de los que aquí estamos los somos, pero tenemos que vivir y rodar la realidad de lo que aquí ocurre, y la caza para estas familias es imprescindible, es cuestión de supervivencia, no un deporte.
Manejé (Ramón) estos perros hace 15 años y no es una tarea nada sencilla y después de 15 años es todo un desafío el controlar a 16 fieros perros esquimales, y un trineo que puede pesar mas de 250 kilos lleno de carga. Además, entran de vez en cuando en un frenesí, que se vuelven medio locos y no hay manera de controlarlos, por lo que puede que marchemos al “culo” del mundo, porque en ese caso, con los perros groenlandeses, acabas en donde ellos quieren.
Llevamos fusiles para protegernos de los osos (no necesariamente hay que dispararles, solo disparar al aire para ahuyentarlos), arpones para cazar focas y todos los pertrechos necesarios para sobrevivir.”
Les acompañan el leonés Emilio Valdés, compañero y cámara habitual de Jesús Calleja, María March, que ya acompañó a Jesús y a Ramón en el Polo norte y la Antártida, y el madrileño Miguel Herrero.

Calleja, en Thule, antes de partir, con los perros groenlandeses

Uno de los perros curiosea con la cámara

Thule, desde el avión

Volando hacia Thule, con la inmensa Groenlandia debajo
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