"Milarepa y los electrones", por Jordi Tosas

Jordi Tosas medita sobre el alpinismo tras ver el circo montado en el Ama Dablam. Interesantísima y hermosa reflexión: “El juego ya es otro, muy diferente. No se trata de escalar, se trata de subir. Que otros acepten incertidumbre, técnica y compromiso a cambio de dinero para que alguien pise una cima arrastrando el jumar. (...)me dicen que en un mes seis sherpas han muerto. El último en el Baruntse: una expedición americana ofreció un plus de dolares para que antes del final de permiso se pusieran cuerdas fijas hasta la cumbre. Para que ganaran la partida por ellos."

“Hay juegos realmente extraños, con normas tan simples que su exquisita absurdidad fascina. Juegos en donde toda predicción es equivocada. Donde el único movimiento ganador es el que evita toda jugada ¿Quién de nosotros no ha intentado ganar al tres en raya? Un simple trazo en una hoja de papel, en el suelo y ninguna estrategia que conduzca a la victoria. Pero, vamos a complicarlo más, pongamos cinco fichas y tenemos un go-moku, el juego de las cinco piedras japonés. Muchos son los que creen que el segundo es quien parte con ventaja. Aunque, paradojas como siempre, si yo salgo con el más ingenuo de mis movimientos obligo al segundo a ser primero y yo... ya soy segundo. Que raras son las cosas.

Hace tiempo me convertí en ludópata de uno de los mas extraños juegos a los que he jugado. Aunque de parcas reglas tiene un tablero muy especial. Tan especial que se pierde sin llegar a jugar. Es mas, a veces, sueles acabar la partida con la sensación de no haber empezado a jugar. Cada movimiento se caracteriza por tres normas: incertidumbre, habilidad técnica y compromiso.

Incertidumbre en el siguiente paso, qué habrá más arriba. Como será la nieve, la meteorología, como estaré. Habilidad técnica en resolver todo lo desconocido que aparece en el camino, en el ascenso, tanto lo difícil como lo incierto. Camino que muy a menudo ha empezado hace muchísimo tiempo y  a miles de kilómetros de donde estás ahora. Y compromiso de seguir el juego hasta donde puedas con los menores, más simples y ligeros medios de los que seas capaz.

Es un juego que abduce, que fascina y que sucede en un lugar muy especial llamado montaña. Un lugar que es posible cartografiar, medir y dibujar perfectamente sus contornos. Pero es un lugar ilimitado en posibilidades, posibilidades infinitas como los mundos que nos quedan por conocer; es tan imposible restringirlo entre fronteras fijas y definiciones de validez permanentes como la propia vida.  Siempre eclosiona tomando nuevas formas de adaptación.

Pero sorprende cómo las reglas son cambiadas en vez de que los jugadores se adapten, se crezcan, aprendan nuevas tácticas. Vuelvo del Lhotse, de su cara sur. Ha sido mi segunda vez en ese mundo y, cosas de la providencia, dos años de preparación se han quedado en unos intentos. Unos intentos en la incomparable compañia de los estratos de ese mar primigenio que se llamó Godwana. Estratos que cuentan la historia de nuestro mundo, páginas iluminadas por unos cientos de millones de estrellas del brazo de nuestra galaxia, esas noches oscuras cuando la luna es perezosa. Podríamos decir que lo hemos intentado, nos adentramos en su desconocida inmensidad de una forma técnica y comprometidos. En cada escalada lo subimos y bajamos todo..., eramos dos, los justos.

El peso nos dobló, las piedras nos hicieron bailar y los aludes temblar. Hasta ese momento fatídico cuando la mejor de las alternativas es renunciar. Cuando más fuerte te sientes, cuando más rápido puedes escalar, cuando crees sin dudar que puedes hacerlo. Es entonces cuando ella mueve su pieza y te hace el jaque, el mate. Su negra silueta surgida del rojo fuego del atardecer acaba siendo todo recuerdo mágico que en mi corazón queda del tiempo que bajo ella he vivido, he escalado, leyendo uno  a uno los estratos del mundo y de mi memoria.

Quedan dos días para volver y me voy al Ama Dablam. Lo que el Lhotse tiene de ogro, esta montaña lo tiene de bonita. Sin duda, una de las más bellas montañas del Himalaya. Isla y faro en un océano de cimas más altas que ella. Lineas puras e ininterrumpidas que van a la cima. Una montaña que siempre he deseado subir.

Planteo simple, escalarla desde Pangboche, salir por la mañana y volver a cenar. Con todo lo que necesito encima. (El jumar está en Benasque). Como son las reglas que he aprendido y que definen mi alpinismo -Quizás el de muchos otros-.

En menos de una hora cruzo el campo base de ese pico. Extensión abrumadora de gente y tiendas. Gente desayunando, gente duchándose, gente tomando el primer sol de la mañana. Y una exclamación generalizada: ¡¡hay alpinistas escalando!! ¡¡Alpinistas en la montaña !! La situación es desbordantemente absurda. El sin sentido toca el limite en mi mente probablemente demasiado estrecha. Un campo base entero sorprendido por el hecho de que haya escaladores por encima de las cuerdas fijas. En esa macroexpedición sherpa con apoyo internacional, el apoyo internacional se ha visto sorprendido con la llegada de escaladores.

Como nuevo invasor ignorado por los habitantes locales del campo, sigo mi camino. Nadie en la senda, nadie en los campos, unos pocos sherpas, pocos y ya en la zona alta unos alpinistas, que sin yo saberlo, son unos amigos. Me dicen que mucho viento y frío. Finalmente sigo un poco más y decido bajar. Demasiadas cosas en contra. De nuevo en Pangboche, cenado ya reflexiono, sorprendido de la via ferrata que han montado en esa preciosa montaña. Excelentes largos de granito rosa cosidos por roñosas cuerdas fijas de las que mejor no colgarte. De basura en cada una de las repisas. De los paraboles que van naciendo en las oquedades de la roca. Triste y desilusionado por la consciencia de lo que han convertido ese pico mágico. Sus reglas son subir, subir a una cima.

El juego ya es otro, muy diferente. No se trata de escalar, se trata de subir. Que otros acepten incertidumbre, técnica y compromiso a cambio de dinero para que alguien pise una cima arrastrando el jumar. Me pregunto que han hecho en veinte días, si yo he estado solo diez horas en ella. No lo entiendo.

La nieve ha pincelado de blanco los bosques de Lukla y me dicen que en un mes seis sherpas han muerto. El ultimo en el Baruntse, una expedición americana ofreció un plus de dolares para que antes del final de permiso se pusieran cuerdas fijas hasta la cumbre. Para que ganaran la partida por ellos.

Los que intentamos jugar al alpinismo deberíamos aceptar el juego tal y como es y no perder energía especulando porque está diseñado tal como está. No deberíamos contemplar esas otras variantes y quedarnos con la que mejor se adapta a nosotros. Eso es otro juego, ya no es alpinismo.

Y como en el campo base se juega demasiado tiempo al más simple de los juegos, aquel que carece de reglas, tablero y material; hasta de jugadores: el juego del Tedio. En una de esas horas, de esas fracciones infinitas de tiempo surgió una frase: Milarepa y los electrones; gustó, me gusta y me inspira mal que bien y por eso es el título. Otro juego."

MILAREPA: Mago y místico Tibetano. En nuestro acepción vamos a decir Iluminado.
ELECTRÓN: Partícula elemental que da vueltas por alguna parte alrededor de un núcleo atómico. Cuando se aniquila con su antiparticula produce un fotón virtual. Vamos a poner que ilumina. (A los interesados, que como mínimo yo sepa, son dos)


Blog de Jordi: http://jorditosas.blogspot.com


El Ama Dablam, por Jordi Tosas

Deja tu comentario

Sé el primero en comentar este artículo.