Cecilia Buil escalando en una expedición anterior |
La ruta comparte en su parte final 400 metros con la vía “Ludopatía”, abierta por Mikel Zabalza, pero el trío de escaladores, que había tenido muchas dificultades durante su estancia en el valle del Hushe, pensó que era la línea más lógica a seguir para completar la ascensión. “Y la más segura frente a la caída de hielo”, aseguró Buil.
La escalada se dividió en dos partes. La primera se desarrolló a mediados de agosto, en una ventana de buen tiempo de cuatro días que les permitió escalar 700 metros de pared, hasta el collado que se abre en la pared y del que parte la torre misma. Allí empezaron a subir los primeros largos de “Ludopatía”, más verticales y técnicos que los de abajo, en artificial.
Después, el mal tiempo volvió a aparecer y tuvo al equipo confinado en el Base hasta que a finales de agosto, cuando la fecha de regreso se les echaba ya encima, decidieron lanzar un ataque final, sin esperar a que las condiciones fueran las idóneas.
“Dejamos fijas cuatro cuerdas en la torre, a la espera de una ventana de un día y medio que nos permitiera un ataque a la cima. Esperamos y esperamos, pasó una semana y el sol no llegaba. Se nos acababa el tiempo y la paciencia, así que decidimos subir al Campo 2 el día 24, con la intención de subir si hacia un día un poco bueno o de quitar las cuerdas y bajarlo todo, ya que los porteadores llegaban el día 28”, relató Buil.
Buil, Ayerbe y Périz, en la cima |
El 25 amaneció nublado, con el mismo aspecto de toda la semana “o peor”. “Al llegar al collado, a las cuatro, empezó a nevar levemente. ‘Jumareamos’ los 200 metros de la torre y a las seis de la mañana Néstor empezó el largo que le tocaba. Nevaba cada vez más, pero ninguno dijimos de bajarnos, así que seguimos”.
Así, con el tiempo inestable, con las nubes entrando y saliendo de la pared y la nieve cayendo cada vez más fuerte, el trío de escaladores completó los 300 metros de pared que les faltaban y llegó a las cuatro de la tarde a una cima fantasma, rodeada de una niebla que no permitía ver nada alrededor.
“No vimos el paisaje, pero estábamos contentos porque cuando empezamos a escalar ese día, aunque no comentamos nada, ninguno estaba seguro de terminar la pared”, reconoció la escaladora.
Buil y sus compañeros descendieron entonces hasta el Campo 2, donde pasaron la noche antes de recoger el material fijado en la pared y descender hasta el Base, “cansados pero muy contentos”. Al final, “Ojos claros” discurre por una línea de 1.150 metros de longitud con dificultades que llegan hasta el 6b+.
Fuente: www.ceciliabuil.com