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“Querida, no es fácil escribir por el frío: -70ºC, y nuestra tienda por único refugio”

La Universidad de Cambridge hace públicas, 95 años después, las cartas que se encontraron junto al cuerpo del capitán Scott en el Polo sur, un año después de su fallecimiento. Así comienza un párrafo de la emotiva y serena carta –que traducimos y reproducimos en toda su integridad- que dedica a su mujer, la última que escribió y la primera en hacerse pública, en la que se despide de ella y de su hijo, titulada “A mi viuda”
 
Scott y sus hombres, durante la conquista del Polo Sur 

El Instituto de Investigaciones Polares Scott, de la Universidad de Cambridge, ha organizado una gran exposición sobre la obra del explorador británico en conmemoración del 95 aniversario de su trágica desaparición cuando regresaba de intentar conquistar el Polo sur. Esta exposición abrirá sus puertas el próximo 17 de Enero, en el Museo del Instituto Scott, en Cambridge, con toda su correspondencia. Como es sabido por todos, ya que es historia muy conocida, tras un año de travesía polar, el noruego Amundsen se les adelantó por un mes en la conquista del Polo Sur. A la vuelta, en lamentables condiciones provocadas por las condiciones climatológicas y la falta de alimento, Scott y su equipo perecieron, a tan solo 11 millas de un depósito de víveres. En los enlaces del final de la noticia, puede encontrarse un completo reportaje (Robert F. Scott: El honor, la derrota y el fin del mundo) sobre lo sucedido, que publicamos en tres entregas en Barrabés hace 4 años.

Ahora, los descendientes del capitán Scott han donado estas cartas a la Universidad de Cambridge para que sean publicadas. Son las últimas cartas del explorador, y entre ellas destaca como especialmente emotiva, pero cargada de una profunda serenidad, la última de todas –y la primera en ver la luz-: la que el Capitán Sir Robert Falcon Scott empleó para despedirse de su mujer y su hijo, titulada “A mi viuda”:

 
El Capitán Robert F. Scott 

“Mi querida esposa: estamos en una situación muy difícil, y albergo serias dudas sobre si seremos capaces de salir de ella. En nuestro corto tiempo de almuerzo, encuentro el poquito de calor necesario para escribir cartas de despedida ante la posibilidad del fin. Naturalmente, la primera es para ti, en quien siempre están mis pensamientos, esté dormido o despierto. Si algo me ocurre, me gustaría que supieras cuánto has significado para mí y cuántos maravillosos recuerdos me acompañan en la hora de mi partida. También quiero que te consueles sabiendo que no he sufrido ningún daño, y que abandono el mundo libre de sufrimiento y lleno de salud y vigor. Cuando nuestras provisiones se acaban, simplemente nos movemos y nos establecemos a corta distancia de otro depósito de víveres. Sin embargo, no debes imaginarte una gran tragedia: estamos preocupados, desde luego, y lo hemos estado durante semanas, pero en buenas condiciones físicas, y la comida nos compensa de cualquier otra incomodidad. El frío muerde y a veces hace que me enfurezca, pero una vez más la comida caliente nos resarce.

Hemos descendido un buen trecho desde lo que escribí arriba. El pobre Titus Oates nos ha abandonado –estaba en muy malas condiciones-. El resto de nosotros continuamos, y quiero imaginarme que tenemos una oportunidad de salir de ésta, pero el frío no me deja hacerlo. Estamos a tan solo 20 millas del siguiente depósito, pero casi no tenemos ni comida ni combustible.

Bueno, querida, quiero que lleves todo esto de una forma serena: nuestro hijo te servirá de consuelo. He estado luchando para poder ir a ayudarte en la tarea de educarle, pero tengo la satisfacción de saber que contigo está en buenas manos. Creo que tanto tú como él deberíais ser cuidados y mantenidos por el país por el cual todos nosotros estamos a punto de dar nuestras vidas con espíritu ejemplar. Estoy escribiendo cartas acerca de esto, las encontrarás al final de este libro, ¿las enviarás a sus destinatarios?

Debo escribir una pequeña carta para nuestro hijo, si encuentro el tiempo, para que la lea cuando haya crecido. Cariño, no quiero que albergues ninguna duda en tus sentimientos acerca de la posibilidad de volver a casarte. Cuando el hombre adecuado aparezca en tu vida, debes volver a ser feliz. Espero ser un buen recuerdo para ti; ciertamente mi final no es nada de lo que avergonzarse, y creo que será motivo de orgullo para nuestro hijo.

 
En el centro, el Discovery, el barco de Scott 

Querida, no es fácil escribir por el frío: -70ºC, y nuestra tienda por único refugio. Sabes que te he amado, sabes que mis pensamientos han estado siempre contigo y, querida, debes saber que lo peor de esta situación es el saber que no te volveré a ver; pero hay que afrontar lo inevitable. Tú me animaste a liderar esta expedición, y sé que sentías el peligro que entrañaba. Lo he hecho bien, ¿no crees? Dios te bendiga. Intentaré escribirte después.

Desde lo escrito arriba, hemos avanzado y estamos a 11 millas del próximo depósito. Nos queda una comida caliente y comida fría para dos días. Ya habríamos llegado, pero llevamos 4 días detenidos por una tormenta espantosa. Creo que nuestras mayores posibilidades radican en el hecho de que hemos decidido no dejarnos morir, sino luchar hasta el final para alcanzar el depósito. Esta lucha nos proporciona un final indoloro, así que no sufras por mí. Ya están escritas las cartas de las que te hablé, al final de este libro, ¿las enviarás? Verás que estoy preocupado por tu futuro y el de nuestro hijo. Si fuera posible, haz que se interese por la Historia Natural, es mejor que cualquier juego (NR: las recomendaciones de Scott no cayeron en saco roto, y sus deseos se cumplieron: su hijo Peter fue uno de los mejores naturalistas y ornitólogos británicos del siglo XX). Sé que harás que se críe en el aire libre, intenta que crea en Dios, es algo que reconforta. Cariño, cariño, cuantos sueños he tenido y tengo acerca de su futuro, y mi chica, sé que los afrontarás convenientemente.

Tu retrato y el del pequeño están guardados en mi pecho. En mi equipaje privado encontrarás un pedazo de la bandera inglesa que coloqué en el Polo Sur, así como la bandera de Amundsen y otros pequeños detalles. Dale un pedacito de la bandera de la Unión al Rey, y otro pedacito a la Reina Alejandra, y el resto ¡guárdalo tú, como un pequeño trofeo! Hay tantísimo que podría contarte acerca de esta expedición. Cuánto mejor sería poder hacerlo en la comodidad de nuestro hogar. ¡Qué historias tan maravillosas tendrás para contar a nuestro hijo! Pero qué precio tengo que pagar por ellas: dejar de ver tu querido rostro. Sé buena con la abuela. He escrito unas líneas para ella en este libro. Cuida también de Ettie y los otros. Seguro que te muestras fuerte y plantas cara a la vida, pero no seas tan orgullosa como para no aceptar ayuda para el chico: tiene que hacer una gran carrera y ser alguien en el mundo. No he tenido tiempo para escribir a Sir Clements; dile que he pensado mucho en él, y que nunca me he arrepentido de que me colocara al mando del Discovery.”

Página del Scott Polar Research Institute: www.spri.cam.ac.uk/

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