Pepe Garcés y el resto de la expedición aragonesa al K-2 llegaron el pasado martes al pie del segundo pico más alto del mundo y, para su sorpresa, se encontraron con la montaña para ellos solos. Esto les ha dado opción a escoger la ubicación del campo base, que instalaron a finales de semana en un lugar algo más alto de lo habitual, al comienzo de la ruta de los polacos, a 5.100 metros de altitud.
La expedición comenzó la aproximación sobre el glaciar de Baltoro el dÃa 9 de junio, avistando por primera vez su objetivo tres dÃas más tarde, cuando llegaron a Concordia, desde donde remontaron el glaciar Godwin Austen, llenos de buenas perspectivas, hasta donde se encuentran en este momento.
Todos los miembros de la expedición se encuentran perfectamente, aunque el buen tiempo que les acompañó a la llegada al Campo Base ha empeorado durante el fin de semana. Las grandes nevadas caÃdas han ralentizado los trabajos de instalación del Campo Base y ayer apenas salieron de las tiendas.Por otra parte, pese a su proximidad, no es la vÃa de los Polacos la escogida por los expedicionarios para intentar la ascensión. El grupo espera a que el tiempo mejore para decidir si emprenderán el ataque por la vÃa Cessen o la de los Abruzzos. La decisión está condicionada por la presencia de un equipo de televisión que filmará la escalada, la cual se realizará por la ruta que, en principio, presente mejores condiciones.
Para Garcés, esta es la tercera vez que se encuentra "hospedado" en el campo base del K-2, después del intento en 1995 por la ruta Cessen -que costó la vida a tres miembros de la expedición y serias congelaciones al propio Pepe- y en el 98 por el espolón de los Abruzzos. Además, el aragonés cuenta en su haber con cinco ochomiles: Everest (1991) Cho Oyu (1997), Gashermbrum I y Gashermbrum II (1.999) y Manaslu (2.000). Garcés ascendió asimismo el Shisha Pangma Central en 1998, un pico que también sobrepasa los 8.000 metros, aunque no se considera la cumbre principal de dicha montaña tibetana. Nacido en Zaragoza hace 44 años, para emprender esta expedición ha tenido que dejar temporalmente su puesto como guarda del refugio de Santa Cristina, en Candanchú.