Tras conseguir la cima del Dhaula, y descansar unos dÃas en Katmandú, Pauner y Javier Pérez decidÃan encaminarse sus pasos hasta el Lhotse, mientras Marta Alejandre regresaba a tratarse unas leves congelaciones.
Carlos sabÃa que, por un lado, tendrÃa una aclimatación excelente, mejor que la mayorÃa de los montañeros que iba a encontrarse allÃ, parados durante dÃas por motivos polÃticos. Pero también sabÃa que el desgaste que su cuerpo tiene es mayúsculo, y que tonterÃas las justas en este momento. Tras conseguir un ochomil, lo que el cuerpo necesita es descansar. Asà que decidió realizar un solo intento a cima, desde el campo base. Todo a una carta, como el que hace un tresmil, porque no puede desgastarse excesivamente en la montaña. Prácticamente una semana desde que llega al campo base hasta que regresa y se va, algo que muy pocas veces hemos oÃdo en un ochomil que no sea el Cho Oyu, y desde luego nunca en la cuarta altura de la tierra, con 8.516 metros. También hemos visto casos similares en Karakorum, pero allà se empalman los picos, con el mismo campo base, como Xavi Alzola hace dos temporadas, y es casi como si realizaran otro intento a cima.
Asà lo contaba el pasado jueves Carlos: “Ahora, tenemos que acostumbrarnos de nuevo a esta situación de vida en campo base. Tras una semana pasada en Kathmandu, nuestros organismos y nuestra mente se habÃan acostumbrado a esa situación. El cuerpo se intentaba curar del varapalo impresionante que supone ascender por encima de esa cota de los ocho mil metros. Ahora hay que hacerle entender que de nuevo tiene que volver a la carga, que tiene que prepararse de nuevo para soportar la altura extrema. No va a ser fácil. Quizás es el aspecto que más me preocupa de la expedición. Tenemos las gargantas rotas, nuestros pulmones no respiran del todo bien y todavÃa los signos de la fatiga extrema de los ocho mil metros están presentes. Vamos a sufrir como perros, pero creo que merece la pena intentarlo."
Y asà lo ha hecho. Llegó al campo base del Lothse el pasado jueves dÃa 15. El viernes y el sábado lo pasaron allà haciéndose otra vez a la altura. El domingo salieron para cima, ascendiendo hasta el campo 2, a 6.400 metros de altura, cruzando la cascada de Khumbu. Ayer lunes comenzaron la ascensión hacia el campo 3, con mal tiempo y fuerte viento, pero Javier tuvo que dar media vuelta, llegando Carlos solo hasta el campo III, que ubicó a 7.200 metros.
Y hoy hasta el 4, a 7.700m. Según informa Carlos, por debajo de 7.000 metros estaba cubierto, pero por encima no, y dice que ha pasado muchÃsimo calor mientras subÃa. Está exhausto, muy cansado y dolorido. Si se recupera, va a salir hacia cima a las dos de la mañana.
Desconocemos si en estos momentos está solo. Hay una expedición al Lhotse del GMAM, y creemos que están arriba también. Mientras que el campo base está absolutamente masificado -porque es el mismo que el del Everest, igual que los primeros campos-, una vez que los himalayistas se encaminan hacia el Lhotse suelen estar solos. No es extraño que tan solo haya 5 ó 6 permisos individuales al año para este ochomil. Por ejemplo, hace dos años, Jesús Calleja estuvo completamente solo en la montaña, y fue el único que alcanzó la cima en toda la temporada.
Esta soledad no es sólo por la cercania del Everest: la canal final del Lhotse, a más de 8.000 metros de altura, con murete incluido, es delicada. Y no suele haber cuerdas fijas, porque casi nadie se acerca por ahÃ.
Al final, Carlos, debido a su aclimatación, ha conseguido en 5 dÃas alcanzar más altura que la mayorÃa de expediciones tras más de un mes en la montaña. Las noticias es que en este momento una verdadera avalancha de montañeros está en pleno ataque a cima del Everest, tras tanto esperar. Los que mejor vayan dormirán hoy en el collado sur, y se confirma que hoy se han conseguido las primeras cimas, por parte de dos sherpas, que van abriendo camino a los que vienen por detrás.
Mucha suerte para Carlos en el Lhotse, en donde desde luego no va a estar tan acompañado como en el vecino Everest. La verdad es que más que una ascensión a un ochomil, parece una ascensión a un tresmil pirenaico: nada más llegar a la montaña, en tres dÃas desde la base, de tirón...