El Kamet fue considerado durante buena parte del siglo XIX como la montaña más alta del mundo. Ahora ya no tiene ese honor, pero sigue siendo uno de los montes más impresionantes del planeta. Curiosamente, su cima es la mayor altura que puede ser hollada en la India, ya que la cumbre del Nanda Devi no puede ser pisada por motivos religiosos, y la cima hindú del Kanchenjunga por motivos políticos.
Su cara oeste, una inmensa y espectacular muralla, como puede verse en las fotos, permanecía virgen hasta el momento. El Grupo Militar de Alta Montaña de Francia, dentro de su proyecto”7 alpinismo, 7 continentes”, se fijó en la ya lejana fecha de 2009 en esta pared. Y tras 3 años de preparación, se encaminaron hacia la montaña.
No es una montaña nueva para el GMHM se enfrenta a ella: en 1985 algunos de sus montañeros escalaron la arista oeste; de hecho, en esta expedición, 4 alpinistas (Bohin, Jourdain, Moatti y Ratel) pensaban intentar abrir la monstruosa cara oeste, mientras que un grupo de 3 compañeros (Lionel Albrieux, Arnaud Bayol y Antoine Bletton) tenían intención de ascender a la par por la arista oeste para dar apoyo a sus compañeros en caso de que fuera necesario. Pero esto no fue posible: el 20 de septiembre, cuando ambos equipos partieron desde el campo base situado a 5.800m hacia cima, los integrantes de la cordada de apoyo descubrieron que desde la arista no podían ni contactar con sus compañeros, ni ver su posición. Así que regresaron al campo base para poder seguir sus evoluciones desde el mismo.
Antes de eso, el día 16, habían hecho una corta aclimatación, con el ascenso al Mana Peak, una cumbre cercana y poco técnica de 7.092m. Ya listos, atacaron la pared. Al poco de comenzar perdieron el satelital, pero siguieron adelante entre largos de hielo, en ocasiones extraplomado. Como puede verse en el croquis, tuvieron que realizar 5 vivacs en la muralla, en pequeñas plataformas talladas a golpe de piolet, en cuanto poco a poco ascendían hasta que llegaron a la arista, a 7.500m de altura. “Era nuestro cuarto vivac y la fatiga se acumulaba. Damos todo lo que nos queda para superar los últimos 250m. Cima: vista magnífica, pero tenemos el cerebro embotado. Regresamos a nuestro vivac, al que llegamos a las 15:30h. Muy cansados para continuar el descenso, pasamos la noche en él, a 7.500m de altura. A la mañana siguiente estamos completamente tocados por la altitud. Los gestos son lentos y torpes. Comenzamos a encadenar los rápeles de la cara sur. La tensión es muy palpable. Cada uno se ocupa de si mismo. Pero finalmente la pendiente se suaviza. El aumento del oxígeno hace muy bien a nuestro organismo. Tras los últimos rápeles, vemos los frontales de nuestros compañeros que vienen a nuestro encuentro: vuelta a una vida con oxígeno, agua y comida.”, cuenta Ratel.
Fueron 6 los días que les tomó el ascenso y descenso de la montaña: llegaon al campo base agotados y deshidratados: “Jamás he llegado tan lejos en una escalada. Me alegré de que hubiera un médico en el campo base para que se encargara de nosotros”, afirma Moatti