Algunos de nosotros aún recordamos los tiempos en los que en el pasaporte español figuraba una referencia explícita sobre la prohibición de viajar a “Mongolia exterior”, junto a otros países sospechosos.
Nada mejor que una prohibición de este tipo para aumentar las ganas de conocer esta remota región de Asia y para crear un mito en el subconsciente colectivo de muchos occidentales.
Por éste y por otros motivos hacía mucho tiempo que buscaba la ocasión de viajar a Mongolia. Luego, como siempre, la montaña como pretexto (como diría mi amigo Juan Luis Salcedo).
En este caso las remotas y poco visitadas montañas del oeste mongol, la Cordillera de Altai, conocidas como las montañas Doradas, que hacen frontera con China, Rusia y Kazajistán, de una altura modesta pero sin información de ascensiones españolas y muy pocas occidentales. Son los ingredientes perfectos para que mi cabeza comience a calentarse y el viaje vaya tomando forma.
Año tras año aplazado, por fin el verano del 2005 conseguimos formar un grupo sólido dispuesto a recorrer las estepas mongolas y sortear todos los inconvenientes burocráticos y físicos de un destino desconocido y novedoso como éste.
El país es una incógnita, la montaña aún más, no tenemos información de la dificultad que encontraremos, ni conocemos la logística necesaria para ascender a la montaña más elevada del país que es el Pico Khuiten de 4.374 m. Tan solo tenemos mucha ilusión, un mapa de Mongolia y algún teléfono de contacto en Ulan Bator...
Cuando uno decide escoger uno de estos países como destino de una expedición de montaña tiene varias posibilidades:
- Dar a la escalada de la montaña la máxima prioridad y por lo tanto recorrer lo más rápidamente posible el camino de aproximación que nos lleve hasta ella.
- Intentar que la montaña sea una parte del viaje y procurar que el camino que nos lleve hasta ella sea, desde la salida de casa, una larga e interesante marcha de aproximación intentando que todo cuanto en ella ocurra sea una fructífera experiencia vital. No puedo dejar de recordar los versos de Kabafis:
Esta segunda opción, que casi siempre es la nuestra, puede sonar muy
fácil y bonita pero en territorios tan remotos y desconocidos como éste,
está llena de problemas. El primero y fundamental es que resulta imposible
prever el tiempo de los desplazamientos y por lo tanto es muy
difícil planificar el asalto a la montaña. Como el camino está lleno de
eventualidades nunca sabemos si llegaremos con suficiente tiempo para
ascender al pico elegido. Claro que esto se soluciona alargando un poco
el calendario y quitándonos de la cabeza esa forma de viajar que es tan
propia de los occidentales donde los días se miden en minutos y cualquier
demora es una auténtica catástrofe.
Cada día tenemos menos tiempo para viajar o hacer una expedición y
necesitamos que todo esté planificado al milímetro para rentabilizar al
máximo nuestro tiempo y nuestro dinero. Mala estrategia de viaje. Mala
filosofía de vida.
El caso es que nosotros en Mongolia decidimos que, a pesar de existir
la posibilidad de un vuelo interior que nos depositaría cerca de nuestro
destino, resultaría mucho más interesante y aventurero recorrer todo ese
camino (prácticamente todo el país) por carretera, dentro de una especie
de lata en forma de camioneta de la era soviética.
Y la verdad es que a pesar de ser un pequeño suplicio, teniendo en cuenta
que las carreteras mongolas están en su práctica totalidad sin asfaltar
y en un estado infame, creo que fue la mejor opción.
Siento realmente no haber podido hacerlo a caballo, como algunos de
los viajeros que nos precedieron, sobre todo teniendo en cuenta la cultura y el aprecio que los mongoles sienten por sus caballos y las personas
que los montan. Pero en fin, si el tiempo ya fue justo para hacer el camino
en coche, lo del caballo tendrá que ser en la próxima reencarnación
(pero queda pendiente).
En Ulan Bator contactamos con una agencia local (o algo parecido) y
en un santiamén nos vimos dentro de una furgona pre-perestroika recorriendo
las estepas que recorrió Gengis Kan, junto con una cocinera,
una intérprete y un chofer. Un grupo multiétnico y folklórico, como el
país.
Y qué decir de Mongolia, qué decir de un país que es tres veces mayor
en superficie que España y tan solo tiene tres millones de habitantes (de
hecho es el país del mundo con menor densidad de población).
Vamos recorriendo kilómetro tras kilómetro, día tras día sin ver prácticamente
a nadie, tan solo inmensas estepas desiertas hasta donde abarca
nuestra vista.
Y cielos de algodón, porque Mongolia es el país de los cielos preñados
de nubes eternas que parecen surgidas de la paleta de un pintor. O de los
sueños de un niño.
Paisajes inmensos, limpios, serenos, que transmiten paz y que nosotros
vamos descubriendo desde las ventanillas de nuestro vehículo, entre
salto y salto por los baches y algún que otro sobresalto.
De tanto en tanto, restos (más bien ruinas) de la época soviética. Ahora
entiendo de verdad lo que significa ser un país satélite de una gran
potencia. Ahora la gran potencia ya no lo es y el país satélite se las
tiene que apañar solo. Y lo intentan, pero les queda mucho camino por
recorrer.
Fuera de la capital prácticamente no existe el asfalto, ni la luz eléctrica,
ni el agua corriente (de cosas como la calefacción o los teléfonos ni
hablamos). Tan solo restos de un tiempo en el que los rusos, paternalmente,
se encargaban de estas cosas. Aquí una fábrica parada con sus
máquinas desvencijadas y oxidadas, allí un tendido eléctrico que adorna
el paisaje pero que hace años que no ve la electricidad, más allá un
decrépito teatro que conoció tiempos mejores (seguro que Chejov fue
representado en alguna noche feliz).
Porque los mongoles son un pueblo culto e instruido, lleno de tradiciones
y cultura, nómadas, pero sabios, que una vez, hace muchos años,
conquistaron el mundo, y no solo por la fuerza de las armas (que también,
como todos los grandes imperios).
Y después de muchas, pero que muchas peripecias con el coche conseguimos
llegar a nuestro punto de destino, donde de verdad comienza
nuestra aventura montañera.
Las montañas de Mongolia son como casi todas, preciosas.
Estas tienen una particularidad, están en la frontera de Mongolia, China,
Rusia y Kazajistán, pero esto es solo cosa de los hombres que nos
empeñamos en que todo esté lleno de líneas y alambradas. Desde la
cima lo que se ve es el Macizo de Altai, las montañas Doradas en todo
su esplendor. No fui capaz de diferenciar los valles chinos de los rusos
o los mongoles, no eran de diferente color ni estaban llenos de tipos
llegados de Marte. Todos eran igual de majestuosos y llenos de colores
y gentes maravillosas.
Llegamos a nuestro campamento base en una caravana de caballos y camellos
llena de exotismo tan propio de estos lugares. Estamos prácticamente
solos, como era de esperar. Nuestros acompañantes por supuesto
no saben nada de montaña, ni de estas ni de ninguna, o sea que nos las
tenemos que agenciar nosotros para descubrir cuáles son los picos y por
donde tendremos que subirlos.
Primero para aclimatar y familiarizarnos con el terreno elegimos el pico
Malchin (4.037 m.), que significa pastor, y nos parece fácil y con buena
panorámica sobre el Khuiten que es nuestro principal objetivo.
Todo va bien, después de tantos días metidos en la lata con ruedas esto
de ascender montañas es todo un goce, para el cuerpo y para el alma.
Subimos, bajamos, lo típico de una aclimatación y por fin nos encaminamos
al Khuiten. Estamos solos en la montaña y podemos elegir la
ruta que más nos interese. Esta es una sensación rara. Cada vez estamos
menos acostumbrados a la libertad, incluso en las montañas.
Elegir un país remoto y desconocido, una ruta llena de dudas e incertidumbres,
una montaña desconocida y solitaria y poder ascenderla por
donde “dios te da a entender” no es una cosa muy normal en este mundo
actual, incluido el del alpinismo, donde todo esta pautado y lleno de
normas, los caminos recorridos hasta la saciedad, el tiempo controlado
y la incertidumbre se vive con auténtica angustia.
Pues para nosotros, Mongolia y el Pico Khuiten fue todo lo contrario.
Un gran ejercicio de libertad.
Diario de viaje
31 de julio
Vuelo de Aeroflot a las 23,55 camino de Moscú. Nervios en Barajas por mi
retraso . 4,30 h. de vuelo.
1 y 2 de agosto
Escala en Moscú de 13 h. bastante pesada. Volamos a las 20,30 h. local camino
de Ulan Bator. 5,30 horas de vuelo. Llegada sin novedad a las 7 h. Nos
esperan de la agencia. Nos alojamos en el hotel Sándwich. Por la tarde visita a
Ulan Bator.
3 de agosto
Excursión a la Montaña de la Tortuga en coche de la agencia. Visita a un
monasterio sin monjes. Por la tarde visita al monasterio de Gandantegchenling y
a un espléndido mirador soviético sobre Ulan Bator. Después Dioni y yo visitamos
la ciudad y sus almacenes.
Vuelo de Aeroflot a las 23,55 camino de Moscú. Nervios en Barajas por mi
retraso . 4,30 h. de vuelo.
4 de agosto
Reunión con la agencia para negociar el plan a seguir. Fijamos todo en 1.105 USD
ó 929 € cada uno hasta el día 27. Ya veremos si cumplen…
Visita al Museo de Ciencias Naturales: cutre pero con dinosaurios espectaculares.
Después visita a los almacenes y compras. Vuelta al hotel en taxi.
Elegir un país remoto y desconocido, una ruta llena de dudas e incertidumbres,
una montaña desconocida y solitaria y poder ascenderla por
donde “dios te da a entender” no es una cosa muy normal en este mundo
actual, incluido el del alpinismo, donde todo esta pautado y lleno de
normas, los caminos recorridos hasta la saciedad, el tiempo controlado
y la incertidumbre se vive con auténtica angustia.
Pues para nosotros, Mongolia y el Pico Khuiten fue todo lo contrario.
Un gran ejercicio de libertad.
5 de agosto
Salida de Ulan Bator en autobusito a las 9,30 h. camino de Karakorum donde
visitamos un templo con una muralla llena de stupas, un tanto cutre. Jornada
tranquila. Un pinchazo. Acampada junto al templo y un río. 1er día de coche.
6 de agosto
Salida de Karakorum con cambio de moneda en el banco. Parada en Tsetserleg
para comprar en un mercado local. Encuentro comiendo con Manuel el “Sevillano”
que está haciendo “Hong Kong Lepe sin avión” en unos dos meses y medio,
singular. Llegamos al atardecer a un bonito volcán donde pasamos la noche.
El conductor repara el árbol de levas, increíble. 2º día de coche.
7 de agosto
Salida del volcán y llegada a Tosontsengel. Segundo pinchazo. Atravesamos
un lago y granizo. Acampada en una ladera con vistas maravillosas. Vivac con
Manu. 3 er día de coche. Dolor de muelas.
8 de agosto
Salimos de Tosontsengel y llegamos a Tsardan. Pasamos por el lago Teltennmur
con camellos. 3 er pinchazo. La carretera comienza a ser muy mala. Acampamos
en un entorno idílico, ascendemos a unas peñas con panorámica grandiosa.
Después de la cena, ataque de los mosquitos. 4º día de coche.
9 de agosto
Salida de Tsardan y llegada a Namir. Atravesamos el gran lago Khyargasnuur.
Comemos en un garito del pueblo cutre y polvoriento llamado Naranbulag. Perdemos
el camino y tenemos que vadear un río para llegar a Namir junto con un
camión que se queda bloqueado a la mitad del río. Lluvia por la mañana, miles de mosquitos. 5º día de coche.
10 de agosto
Salida de Namir y llegada a Olgig. Mucha lluvia. Recogemos a una lugareña
junto a un puente de un lago después de realizar un gran vado, el segundo ya.
Es curioso como prepara nuestro conductor el motor para evitar que se pare en
mitad del río. Es muy profesional a pesar de su edad. Muchos mosquitos. Comemos
en un restaurante local del Olgig con Beck que es nuestro contacto local.
Ya estamos en territorio Kazako donde apenas se habla mongol. Están sin electricidad
hace diez días y las calles parecen lagos por los grandes charcos. Estas
ciudades de inspiración soviética son un tanto deprimentes, se parecen en todas
las partes del mundo. Nos alojamos en el ger de Beck y pasamos la noche. 6º
día de coche. Intentos de llamar, nulos.
11 de agosto
Salida de Olgig y llegada a la Range Station del Parque Nacional de Tavanbogd.
Aproximadamente 200 km. en unas 7 horas. Lluvia abundante. Paso por
un control militar. La lluvia continúa por la tarde y Dioni se desvía con el jeep a
ver a los padres de Aisak. 7º día de coche.
12 de agosto
Subida al campo base con seis caballos, cuatro con carga y dos para la intérprete
(Sines), la cocinera (Heavy) y el conductor (Vainá). Cuatro horas
con viento, algo de nieve y frío. En el campo base hay instaladas tres ger de
alguna agencia.
13 de agosto
Ascensión al Pico Malchín de 4037 m. significa pastor. Amanece nevado en el
campo base a las 7,30 h., estamos a 3º C.
Empleamos cuatro horas en subir y dos horas en bajar. Técnicamente sencillo
pero muy bonito. Nieva por la tarde en nuestro campo base. Conocemos al
colombiano Carlos, simpático.
14 de agosto
Comenzamos la ascensión al Pico Khuiten que con sus 4374 m. es el más alto
de Mongolia. Partimos hacia el campamento de altura que montamos a 3500 m.
en un riñón rocoso en medio del glaciar después de seis horas de ascensión sorteando
grietas. Tarde y noche muy frías.
15 de agosto
Suena el despertador a las 5 h. de la mañana que es muy fría. A las 7 h.
comenzamos la ascensión al Khuiten. Nada más salir de las tiendas, Dioni desaparece
delante de mí, engullido por una grieta del glaciar. Momentos de nervios
pero sin consecuencias. Después de seis horas de magnífica escalada estamos en
la cima. Son la 1 h. de la tarde, el panorama que se contempla es incomparable.
Toda Rusia, toda China, toda Kazastan y toda Mongolia a nuestros pies. Bajada al
campamento de altura en tres horas. La tarde es magnífica y no hace frío.
16 de agosto
Descenso del campo de altura al base. Comenzamos a las 8,30 h. con calor. El
glaciar está más franco. Al llegar a la morrena, Manu y Dioni continúan por el
glaciar. Manu se lesiona la rodilla. Cuatro horas de bajada.
17 de agosto
Día de descanso en el campo base. Aprovecho para intentar subir un pico de
enfrente que parece fácil y corto, pero no es así. Vuelta al glaciar y el lago
de desagüe que me obliga a vadear algunos ríos. Agua gélida. Regreso pronto al
campamento. Jesús Gras también da una vuelta por el glaciar. Conocemos a dos
americanos con aspecto de borrachines que Manu dice que son de la C.I.A.
18 de agosto
Campo base y llegada a la Range Station. Adelantamos un día la bajada y cuando
parece que no aparecerán los arrieros, después de una gran granizada, llegan
y comenzamos la bajada a las 18 h. con un camello y tres caballos, uno para Manu que está lesionado de la rodilla (ligamentos). Llegada a las 21 h. con
muy mal tiempo. Dormimos en la tienda comedor junto a unos ger de los
arrieros.
19 de agosto
Desde Range Station a Olgig unas cuatro horas de furgón. Visita a la oficina
de correos y a los baños públicos (1000 togrog). Nos alojamos en el mejor
hotel de Olgig, El Dunan, pero no tiene ni agua ni luz, sólo dos horas por la
noche gracias a un generador (10.000 T/pax).
20 de agosto
Salida de Olgig y llegada a Hord. Unas seis horas aprox. de viaje, pasamos
por un lago y un puerto de montaña. Llegada a la casa de la madre de Bold
que es similar a otras pero sin ger. Merece destacar la letrina “semillena”.
Mientras preparan la cena damos una vuelta por el pueblo que es como todos.
Tomamos una cerveza en algo parecido a un bar.
21 de agosto
Hord-Lago Dorgon. Antes de subir a Hord tenemos una pequeña tensión por el
gas que se soluciona cuando aparecen con una bombona enorme. Discutimos
con Bold por no llevar a su hermano en el furgón. Damos a su madre
10.000 T por la hospitalidad (¿?) y 10.000 T más al conductor por la desviación
de la ruta que haremos hoy. Seis horas de viaje nos llevan al borde
del lago y a una puesta de sol encantadora, si no fuese por los mosquitos.
22 de agosto
Salimos del Lago Dorgon y llegamos a unos 75 km. al oeste de Altai-Gobi.
Por la mañana visitamos unas dunas en la orilla del lago. Viajamos unas seis
horas y paramos en dos ger donde pudimos probar las especialidades del país:
airak (leche fermentada de yegua) y queso piedra. Por la noche muchos
mosquitos.
23 de agosto
De 75 km. al oeste de Altai a 120 km. al este de Altai. Comida en Altai
junto a cuatro policías que demuestran su autoridad con su volumen. El pueblo
es igual que todos. Para cenar preparamos una tortilla española que parece
que tiene más éxito entre los locales que entre nosotros. Tomamos vodka.
Preguntas de los mongoles sobre nuestra vida…
24 de agosto
De unos 120 km. al este de Altai hasta Bayanhongor, 4º pinchazo. Nuestra
intérprete nos comunica que una avería en la distribución de la furgoneta nos
impide continuar sin una pieza de recambio, intentarán conseguirla mañana.
Momentos de tensión en el grupo, diferentes opiniones sobre la situación.
25 de agosto
De Bayanhongor al pie del Khankhogshin. Vainá consigue la pieza sobre la 1
h. después de bastante tensión en el grupo. Rulamos por el mercado y luego
visitamos el Museo de Historia Natural. Está curioso, aunque como todo en
este país le queda mucho (nota de Dioni en el libro de registro: “parece el
paisaje después de una batalla…”). Vainá emplea dos horas para reparar la
avería. Tres horas más de viaje y acampamos en un agradable circo granítico.
A las 4,30 h. de la madrugada recibimos la desagradable visita de seis mongoles
borrachos en un coche. Buen comportamiento de nuestra gente.
26 de agosto
Salida del pie de Khankhogshin hasta Khogno Khan (a 240 km. de Ulan
Bator). Paramos a visitar un monasterio por sugerencia de Gras, pero es tan
cutre que continuamos el viaje sin verlo.
27 de agosto
De Khogno Khan a Ulan Bator. Tenemos el 5º pinchazo. En un control,
llegando a Ulan multan a nuestro conductor con 20.000 T por no llevar el
permiso de transporte de turistas (por supuesto las pagamos nosotros). Comemos
todos juntos a la llegada a la ciudad (5 h.) nos cuesta 72.000 T, les
entregamos la propina que es de 120.000 T (unas 12.000 ptas.). Salimos al
Facc Club.
28 de agosto
Compras en el “mercado negro” con chinos. Intento de robo a Dioni, nervios
y agobio. Comida con chinos y compras en los grandes almacenes que estrenan
las rebajas. Preparativos del equipaje.
29 de agosto
Nos levantamos a las 6 h. y cogemos el avión a las 9,10 h. Llegada a
Moscú siete horas después. Escala de ocho horas en Moscú.
Mongolia
Mongolia es un país interior, sin salida al mar. Es uno de los territorios más
desconocidos y menos visitados del mundo debido a que ha permanecido
cerrado hasta hace pocos años. Sin embargo, el país ofrece bellos espacios
para quienes gustan de la aventura y de las culturas nómadas. Cuenta, además,
con picos y cumbres, ideales para los amantes de las ascensiones.
Está dominado por estepas y montañas al norte y oeste, y el Desierto de
Gobi al sur. La altitud media es de 1580 m sobre el nivel del mar. La superficie
es de 1.566.500 km², cerca de 3 veces el tamaño de España. Es el
país número 18 más extenso en el mundo y se localiza entre las regiones
de Asia Oriental y Asia Central. Está situado entre Rusia, al Norte y la República
Popular China, al Sur. Su capital es Ulan Bator, en donde radica un
tercio de la población total.
Procede del antiguo Imperio Mongol que dominó gran parte de Asia durante
el siglo XIII, pero que posteriormente perdió su independencia y fue
asimilado por Manchuria durante el final del siglo XVII hasta 1911, pero su
independencia fue breve, ya que en 1919 las tropas chinas ocuparon la
capital de Mongolia, y en 1921 se pudo independizar con la ayuda de Rusia.
Posteriormente en 1924 se proclama la República Popular de Mongolia, y
adoptaría políticas comunistas y un acercamiento a la Unión Soviética. Con
la caída del comunismo en el país en 1990, adopta una constitución democrática
en 1992 y marca la transición a la democracia, con la que el país se
renombraría como Mongolia.
Mongolia tiene 2.830.000 habitantes, de los cuales casi un tercio (960.000)
viven en la capital, Ulan Bator. En total, casi la mitad de la población vive
en las ciudades. En las zonas rurales, los asentamientos agrícolas han comenzado
a reemplazar a los grupos seminómadas. Con un promedio de
menos de 2 habitantes por km², Mongolia es el estado soberano con menor
densidad de población en el planeta.
Un 90% de los habitantes son de la etnia mongol, con una minoría de otras
etnias túrquicas como el kazajo. El budismo tibetano es la religión mayoritaria
del país, siendo junto con Bután las únicas naciones independientes
donde esta religión es predominante.
La región central de Mongolia consiste principalmente en estepas relativamente
planas. La fracción sur del país está situada en el Desierto del Gobi,
mientras que las zonas norte y oeste son de carácter montañoso. El punto
más alto de Mongolia es el monte Khuiten, con 4.374 metros situado en los
montes Altai.
El clima de Mongolia es continental, con una gran amplitud térmica: la mayor
parte del país sufre altas temperaturas en su corto verano, y un tremendo
frío en el prolongado invierno, pudiendo las temperaturas descender hasta
los -30°C. Ulan Bator, es la capital de estado con la temperatura media
anual más baja en todo el mundo.
Las precipitaciones son mayores en el norte del país (entre 20 y 35 centímetros
anuales), y menores en el sur (entre 10 y 20 centímetros anuales),
llegando a ser casi nulas en algunas secciones del Gobi.
Texto y fotos: Javier Selva
Fotógrafo profesional, productor, publicista, alpinista, expedicionario. Licenciado en sociología. Fundador de Selva Producciones SL, productora dedicada al mundo de la imagen dentro de la empresa. Múltiples expediciones por montañas de todo el mundo, le han llevado a ser productor, realizador y guionista de muchos audiovisuales, como “Alaska: monte Logan”, “Sueños Árticos”, “Península Antártica”, “Desde Rusia con amor, 1ª ascensión nacional al Khan Tengri”, “Himalaya indio”, entre otros.