Los Pou, Papila, Santi Padrós, Bru Busom...nuevas incorporaciones al GAME
El Grupo de Alta Montaña Español sigue creciendo. Tras la incorporación de 7 alpinistas femeninas, llegan nuevos y conocidos nombres.
En este artículo explicamos la diferencia entre peligro y riesgo, y explicamos los peligros objetivos de la escalada deportiva, y cómo gestionarlos.
Este artículo está dedicado a los peligros subjetivos, es decir, a aquellos que dependen directamente de quien escala y, por tanto, podemos controlarlos con nuestra actitud, si hacemos las cosas correctamente.
Es el segundo de una serie:
Son artículos totalmente actualizados y reformados que, en su primera versión, escribió Pep Soldevila, hace más de una década, para nuestra revista Cuadernos Técnicos, y que por entonces ya publicamos también en nuestra web.
Buena parte de la evolución de la escalada hasta los límites actuales proviene del nacimiento de la escalada deportiva a principios de los años 80 del pasado siglo.
¿Por qué? Porque, al reducir el riesgo que la escalada comporta, exponiéndonos menos a situaciones de peligro, podemos intentar un nivel de dificultad en roca superior al nuestro afianzado, hasta que lo dominamos, sin miedo a caernos alguna vez.
Los anclajes fijos de deportiva no solo implican una disminución del riesgo; la carga emocional del alpinismo que conlleva saber que, en caso de caída, podemos acabar perjudicados, se elimina, y permite rendir al máximo.
Pero aquí hay un problema. Este aparente control del riesgo nunca es total. La escalada deportiva tiene un cierto nivel de peligro. Un peligro que, al no manifestarse continuamente, hace que con el tiempo nos confiemos.
Durante la práctica de la escalada deportiva hay situaciones peligrosas que, desgraciadamente, a veces terminan en accidentes. Algunas veces de poca importancia, otras graves o incluso mortales.
Antes de empezar, vamos a recordar la diferencia entre peligro y riesgo.
Es fundamental conocer esta diferencia para gestionar mejor el riesgo. Porque, si la ignoramos, podemos pensar que la superación de peligros es un actividad en la que no puede gestionarse el riesgo que asumimos. Y suele confundirse, a pesar de que la gestión de riesgo sea la base de la actividad en montaña.
Por ejemplo: si vemos una vía con peligro claro de caída de piedras y ante las condiciones decidimos no entrar en ella y alejarnos de su base a una zona segura, el peligro de caída de piedras sigue siendo el mismo, pero nuestro riesgo es cero.
Es decir: el riesgo tiene en cuenta la exposición y la vulnerabilidad frente a un peligro, y lo podemos gestionar. Según el grado de peligro, lo evitaremos completamente o lo afrontaremos con las técnicas adecuadas que lo minimizan.
Son los dos grandes tipos de peligros que podemos encontrar en escalada. Todos los peligros pertenecen a alguno de estos dos grupos, aunque cabe decir que el límite entre los dos no siempre es preciso, tal y como veremos en algunos ejemplos.
Este artículo trata sobre los principales peligros objetivos a los que nos podemos ver expuestos durante la práctica de la escalada deportiva.
A diferencia de la escalada deportiva y el alpinismo, durante la práctica de la escalada deportiva, las situaciones peligrosas que no dependen directamente del escalador son las menos frecuentes. Quizás sean tan solo un 10 o un 20 por ciento de las totales. Pero no son cero.
La política que hemos de seguir para el control de estos peligros objetivos es la prevención. Pero hemos de ser conscientes de que esta prevención, por bien hecha que esté, nunca conseguirá la seguridad total.
Pasamos a detallar cuáles son estos peligros, sus posibles consecuencias, y cuales sus prevenciones correspondientes.
Esta situación puede ser causada por meteoros atmosféricos, por animales o por personas. En el caso de las personas podríamos considerarlo como un peligro subjetivo, dependiendo de la situación.
El viento puede desencadenar pequeñas caídas de piedras. Un día ventoso después de días de lluvia puede ser especialmente problemático.
La morfología del terreno que domina la pared puede propiciar la caída de piedras. Los sectores deportivos que tienen canales o tarteras por encima son más problemáticos.
El paso de animales puede ser también desencadenante de una caída de piedras. Esto es especialmente cierto en las vías de escalada deportiva situadas en zonas más agrestes de montaña.
Rotura de presas que no aguantan la presión del escalador, cuerda que desequilibra piedras inestables. Especialmente habitual en vías recién abiertas, que aún no se han limpiado...pero algo siempre presente. La roca evoluciona, y los agentes atmosféricos hacen su trabajo.
Podemos arrancar presas inestables. No solo las que parezcan inestables; no son escasos los vuelos por rotura de presa completamente magnesiada y de apariencia sólida.
Deberemos llevar siempre caso, tanto escalando como, tanto o más importante, a pie de vía. A pesar de esta prevención, no tendremos nunca la seguridad total, pero reducimos en mucho el riesgo.
Mientras aseguramos, debemos movernos ligeramente de la vertical, ya que ésta es la trayectoria natural de las piedras que puedan caer.
Si estamos atentos en cada momento de la escalada, podremos observar la calidad de la roca, cargar con prudencia sobre determinadas presas que nos producen dudas, evitar pies de vía bajo canales o pequeñas tarteras, no subestimar la fuerza del viento, considerar el paso de animales salvajes y estar atentos a las cordadas vecinas.
Es fundamental como acción preventiva. A la mínima sospecha de posible desprendimiento, avisamos para que quien asegura pueda moverse y esté atento para evitarla.
Acción preventiva ante posible rotura de presa en la zona baja. Consiste en cubrir la espalda al compañero durante los primeros movimientos de la vía, antes de alcanzar el primer seguro.
Lo consideramos peligro subjetivo porque, aunque procede de una decisión humana, es un factor que tampoco depende de nosotros, y que puede ser realmente peligroso.
En algunas vías es claramente errónea, bien sea por distancias excesivas entre ellos, bien sea por la posición del anclaje respecto a las presas, que obliga a chapar precariamente. Los alejes excesivos son típicos de algunas zonas que han gustado de desarrollar esta tradición fanfarrona.
El primer seguro exageradamente alto es una absurda tendencia que podemos encontrar en algunas escuelas, cuando en buena lógica tendría que ser todo lo contrario.
La posición del anclaje respecto a la roca puede ser peligrosa si, como a menudo ocurre, obliga al mosquetón a trabajar haciendo palanca con la roca o en posición desfavorable.
Los anclajes inadecuados que podemos encontrar en algunas vías, son también peligrosos. Podemos encontrarnos anclajes obsoletos, caseros, inadecuados para el tipo de roca, o con metales mezclados (después veremos cuál es el problema de esto).
Los anclajes tipo spit fueron utilizados masivamente en los años ochenta del pasado siglo, y aunque en los últimos años han desaparecido en buena parte, todavía hay vías equipadas con ellos. A la larga son mucho menos de fiar que los anclajes modernos. Podemos reconocerlos porque no presentan una tuerca montada sobre un espárrago, sino una cabeza hexagonal plana.
Sobre rocas areniscas o calizas muy blandas, así como en todo tipo de rocas en ambientes marinos, el químico es el único seguro que podemos considerar fiable.
Tenemos que estar atentos. En caso de detectar alguno de estos posibles peligros, actuaremos de forma preventiva ante ellos.
Si juzgamos algún peligro evidente en cuanto a diseño o anclajes, en la mayoría de los casos lo mejor es renunciar a la escalada.
Por eso es fundamental examinar la vía desde el suelo. En cualquier caso, si desde abajo no detectamos peligros, y a media vía nos encontramos con ellos (distancia excesiva entre seguros que puede hacernos caer sobre salientes o pequeñas repisas, anclajes, etc), no debemos dudar en abandonar un mosquetón en el seguro correspondiente y bajar de la vía.
Esta pieza de material permite chapar un parabolt lejano desde el anterior, o bien el primer seguro de la vía desde el suelo. Hay quien considera esto una cobardía, pero cada quién debe decidir por la salud de sus tobillos.
Es mejor llevar un sistema eficaz, pero si no lo tenemos a mano, se puede fabricar de manera improvisada con una rama larga, esparadrapo y una cinta exprés.
Si, una vez montada la vía, pensamos que algunos seguros están demasiado alejados entre sí, o se chapan de forma precaria, podemos alargar las cintas exprés convenientemente.
Pero, ¡cuidado! Esto debe hacerse siempre de la forma correcta, enlazando cinta con mosquetón, jamás mosquetón con mosquetón.
Si al conectar directamente el mosquetón a la chapa, por estar situado el anclaje en un sitio incorrecto, vemos que hay salientes que impiden que cierre en su totalidad, o que le obligan a trabajar en posición desfavorable, podemos conectar una cinta en aro a la chapa.
Otro peligro objetivo que no depende de nosotros es el estado de los anclajes.
Ya hemos comentado que, en caso de observar vías de escalada deportiva con anclajes obsoletos o inadecuados, deberíamos descartar la escalada de esa vía, o bien considerar la escalada en estilo clásico, con lo que conlleva de material, etc.
Pero, al margen de esto, puede ser peligroso escalar en vías con anclajes que han envejecido excesivamente, o que están deteriorados por múltiples caídas.
Actualmente podemos considerar que hay dos grandes familias en los anclajes:
Los químicos son los más seguros y fiables.
Es muy evidente identificar cuál es cuál. Como puede verse en las foto, la parte que asoma en un químico es un aro, mientras que en un parabolt asomará el vástago con una tuerca, y habrá que incorporar una chapa.
Estos son los principales motivos por los que un anclaje puede estar en mal estado.
Se evidencia en un parabolt cuando presenta el espárrago demasiado salido, síntoma de que no ha expansionado bien, o lo ha hecho superficialmente. No es difícil escuchar, o haber vivido, historias de parabolts que pueden salirse simplemente agarrándolos con la mano. Y no han sido pocos los accidentes por algo así.
Por el contrario, si encontramos una chapa suelta basta con apretar la tuerca: el parabolt será seguro si está bien expansionado. Lo ideal sería apretarla a su par con una llave, de forma que quedara bien para el resto de la comunidad, pero si nos lo encontramos sin llave, o en un momento en el que no podemos hacer malabares, bastará con hacerlo con la mano.
Está directamente relacionado con la corrosión del anclaje.
Si vemos síntomas externos, lo más seguro es que internamente la corrosión pueda ser importante, y el anclaje pueda fallar bajo carga.
Los anclajes situados en el curso de pequeñas corrientes de agua, o en sitios especialmente húmedos acostumbran a envejecer más rápidamente. En los anclajes situados en entornos marinos, la corrosión es muy rápida, y se tendría que utilizar exclusivamente acero inoxidable.
Uno de los grandes problemas en cuanto a la conservación de los anclajes tiene que ver con algo que se denomina corrosión galvánica.
Es fácil de identificar: encontraremos una chapa oxidada con un mosquetón de aluminio en buen estado, o una chapa en buen estado cuyo tornillo está oxidado, etc.
¿Por qué pasa esto? Cuando dos metales en contacto no tiene el mismo par galvánico, y están en un medio húmedo, el menos noble se corroe con el tiempo. La explicación científica dice que, al tener los metales diferentes potenciales de electrodo o de reducción, se forma una celda galvánica que hace posible la migración de iones desde el ánodo al cátodo, que crea la corrosión.
Esto en escalada, ocurre principalmente cuando entran en largo contacto aluminio con acero, o dos aceros diferentes.
El primer caso es el motivo por el que nunca deberían dejarse mosquetones fijos de aluminio en las cadenas de las vías (y por eso suelen equiparse con mosquetones de acero).
El segundo caso no suele darse en las reuniones bien equipadas, porque si la cadena y el mosquetón de descuelgue se compran en conjunto, serán del mismo acero. Pero, por contra, puede verse fácilmente en vías en las que los tornillos, tuercas y chapas se compran a su aire, y los equipadores no son cuidadosos en la elección.
En este caso, la chapa es la que sufre más. Esto se hace evidente en el tramo clave de algunas vías duras, que se prueban a base de vuelos.
Lo positivo es que antes de romperse la chapa presentará una deformación muy importante, avisándonos.
Es otro punto especialmente crítico, que tenemos que examinar con atención.
La mayoría de reuniones incorporan un mosquetón para descolgarse. Este mosquetón debería cerrar bien, y no presentar desgastes exagerados en la zona por donde pasa la cuerda. Pruebas de Black Diamond demostraron la facilidad con que un mosquetón desgastado con filo cortante puede partir una cuerda.
También deberíamos estar atentos al estado de los anclajes que conforman la reunión, aunque el hecho de que haya por lo menos dos supone un margen de seguridad enorme, pero no total.
No creer ciegamente en la solidez de todo lo que brilla en la pared. Y no pensar que eso es cosa de otras personas, como si una vía de escalada en la naturaleza fuera un gimnasio con responsable de mantenimiento que se ocupa de ello.
Podemos optar por destrepar hasta el anclaje anterior y desde éste descolgarnos. También podemos optar por utilizar la caña y continuar, si destrepar nos supone un auténtico problema.
Si el existente no ofrece garantías, es mejor perder material que ponernos en riesgo.
Pero, cuidado: esta práctica, extendida en algunas vías, hace que las reuniones se vayan poblando de mosquetones: evitar los que veamos realmente desgastados y, a ser posible, retirarlos para que la vía quede más segura tras nuestro paso.
Un buen hábito es acostumbrarse a llevar siempre en la mochila un par de chapas y una llave fija. Si vemos alguna con una deformación evidente, la cambiamos.
Hemos hablado ya de corrosión galvánica, de chapas dobladas...tenemos que ser conscientes de que pertenecemos a una comunidad. Una comunidad maravillosa: la de la montaña.
Cambiando chapas viejas al verlas, colocando mosquetones adecuados, retirando los viejos, cambiando cintas cosidas en mal estado, no solo garantizamos nuestra seguridad: conseguimos que la comunidad cuide sus espacios comunes de participación, y de esa forma se cuide de forma solidaria.
Eso sí: equipar, etc, es algo que debe hacer quien tenga la experiencia adecuada.
En muchas zonas de escalada deportiva a menudo podemos ver vías con las cintas exprés colocadas.
La función de estas cintas debería ser facilitarnos el montaje y desmontaje de la vía o, en vías de mucho grado, en las que se escala con las expreses puestas, permitir las pruebas quien trabaja por encadenar la vía. Pero no la protección de la misma de forma habitual. Estas cintas pasan a veces meses o años colgadas en el mismo sitio, expuestas a la intemperie.
El deterioro de las cintas provoca que baje alarmantemente su resistencia. No son uno ni dos los accidentes provocados por expreses fijas en mal estado. En algún caso, ni siquiera hizo falta vuelo: solo cargar el peso sobre la cinta hizo que se partiera.
No solo se deterioran las cintas: los mosquetones de las expreses permanentes también sufren. A menudo, la exposición a la intemperie hace que no cierren bien, disminuyendo su resistencia de forma drástica. Si además, como suele ocurrir, la cinta está dejada porque protege un paso difícil, que se intenta a vuelos, las caídas repetitivas puede desgastar excesivamente los mosquetones.
El desgaste supone que la zona en donde se apoya la cuerda toma una forma con los bordes afilados, que comporta un peligro real de cizalla de la cuerda.
La acción preventiva que podemos tomar en este caso es muy clara: no os fiéis nunca de estas cintas. Colocad vuestras propias cintas a medida que subáis, y si utilizáis las cintas existentes para montar o desmontar la vía andaos con mucho cuidado.
Tienda web: www.barrabes.com
Tiendas Barrabes: Barcelona, Benasque, Bilbao, Jaca, Madrid O'Donnell, Madrid Ribera de Curtidores, Zaragoza.
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