Katmandú, la capital de Nepal, es un museo vivo capaz de dejar perplejo a uno en cada callejuela. Durbar Square, Swayambhunath, Pashupatina o Boudhanath, son tan sólo lugares que el turista esta “obligado†a visitar. Pero el principal encanto de esta ciudad es observar la agitada vida que llevan sus habitantes por las calles estrechas y ruidosas. La capacidad de los taxistas para coordinar la conducción temeraria, el toque de claxon y la recepción de posibles clientes era y sigue siendo, un secreto para mÃ.
Tras pasar noche en Thamel, el barrio de las compras, partimos al dÃa siguiente en un destartalado autobús hacia Besisahar. Son aproximadamente 120 Km subiendo y bajando puertos y circulando por estrechas carreteras que, bajo mi punto de vista, no dejaban mucho margen de error. Es enero y el paisaje, de color ocre, espera la llegada del Monzón para vestirse de tonalidades verdosas.
Después de 5 horas de viaje llegamos a nuestro destino. Era la hora de comer y nos estábamos instalando en nuestro lodge. Descansar, pasear y contratar a los porteadores era todo lo que tenÃamos que hacer en el resto de dÃa.
Nos despertamos al amanecer e iniciamos la marcha. Las primeras horas, hasta Khundi, transcurrieron por una pista de tierra. Nos acompañaba muy de cerca el rÃo Marsyangdi y, no tan cerca, en la engañosa cercanÃa, el Manaslu II, un ochomil bajito. La pista de tierra se conviertió en un estrecho camino que iba sorteando el rÃo de orilla a orilla con puentes colgantes y que atravesaba pequeñas aldeas. Por fin, al cabo de unas 7 horas incluyendo paradas y la asistencia a una boda, llegamos a Bahundanda en donde Ãbamos a pasar la primera de nuestras noches en la montaña.
Tras 6 horas de andanzas y una cuesta interminable, amenizada por las pequeñas plantitas de marihuana que crecÃan espontáneamente entre las piedras, se llega a Tal. De aquà en adelante el valle se abre repentinamente y nos enseña las primeras cumbres de 5.000 metros. Tal es un pueblo que se encuentra a las orillas del rÃo, en el antiguo emplazamiento de un lago, de ahà su nombre (Tal significa lago en indi).
Tras pasar una fresquita noche y desayunar nuestro menú cotidiano, partimos una vez más por la mañana temprano. El paisaje cambia repentinamente, el bosque de pinos empieza a tupir las laderas, se empiezan a divisar las primeras nieves en las cumbres, y los pequeños charcos... ¡¡¡están helados!!! El frÃo se empieza a sentir en el cuerpo a medida que se acerca el atardecer y la nieve por el camino empieza a ser frecuente. Llevamos aproximadamente 8 horas y traspasamos las puertas Kani de Chame. Los primeros en recibirnos son unos niños montados en sus trineos caseros que deslizan por la nieve transformada. Más adelante nos vamos adentrando en toda una pequeña ciudad situada a 2.800 m. En ella podemos encontrar un banco y tiendas en donde comprar comida y demás.