
El invierno en el Karakorum es lo que es. Esta última semana los meteorólogos han llegado a hablar de temperaturas de -70ºC en las cimas, con el añadido de viento fuerte. Y como esto no es una novedad, sino más bien algo sabido, quien se aventura a intentar un ochomil en esta época es consciente de lo que se va a encontrar, y va preparado para los periodos de frenética actividad concentrada en apenas unos días u horas, seguidos por largas temporadas de santa paciencia en el campo base.
Esto es especialmente cierto en una montaña con las colosales dimensiones del Nanga Parbat, con sus 4.500m de desnivel por terreno técnico entre el campo base y la cima que requieren de al menos 5-6 días de larga ventana de buen tiempo para su escalada. Por algo nunca ha sido conseguida esta montaña en la estación más dura del año.
Siempre entendiendo de qué se habla cuando se habla de "buen tiempo" en el Karakorum, a 8000m, y en invierno...
Pero la única ventana de buen tiempo anunciada en toda esta semana ha sido para hoy, con una duración de apenas 12 horas. Buen tiempo, según Emilio Previtali, significa que han podido ver la parte alta de la montaña. Algo que no está siendo habitual en su ya larga estancia en el Nanga Parbat. Hace más de 50 días que el equipo de The North Face llegó al base, superados por los polacos, que plantaron sus tiendas hace 68 jornadas. Y hasta el 21 de marzo, fecha límite para una ascensión invernal, tienen 30 días más por delante.

La vida de campo base en el Nanga tiene sus ventajas. Estas se refieren sobre todo a la posibilidad que brinda a los expedicionarios de descansar por debajo de 4.000m, y de recuperarse durante muchos días de los explosivos y rápidos intentos a la montaña sin castigar el organismo como ocurre en otros bases situados por encima de 5.000m.
Pero evidentemente también tiene sus desventajas, siendo las dos principales la pérdida de aclimatación y la rutina eterna de campo base durante todo un invierno.
Y eso en el caso del campo base de Rupal, en el que hay compañía. Pensemos en lo que esto significa para Daniele Nardi y su intento en solitario por la vertiente de Diamir, en la que va aclimatando como puede. Ha llegado a 5.900m en el Ganalo Peak, y ha comenzado a preparar un depósito en el Espolón Mummery. Ya ha conseguido encontrar el camino por el glaciar hasta los 4.800m, lugar en el que suele instalarse el campo 1 "de verano", más de 1.000m por encima del campo base.
Confirmaba Previtali que son largas las conversaciones que mantienen de vertiente a vertiente con Daniele a través del ordenador.

El secreto para superar el invierno en el campo base, día tras día, está en las rutinas. Y para la aclimatación, en los entrenamientos que forman parte de ellas.
Pero sobre todo, él éxito consiste en resistir, hibernar, no en luchar. Algo muy poco productivo para los tiempos que corren.
Emilio Previtali lo explica de forma magistral desde el campo base del Nanga Parbat:
“Nos levantamos por la mañana y hay nubes, como era previsible. No nieva aún, pero es cuestión de un rato. Así que nos tomamos el desayuno y ya estamos casi listos para nuestro entrenamiento diario y para pasar el día. Tras el desayuno cada uno lleva su propio ritmo. Yo suele escribir y trabajar por la mañana, y por lo general salgo a entrenar por la tarde, me gusta volver al campamento cuando el sol está a punto de ponerse, estar todavía afuera cuando esa luz amarilla lo envuelve todo. David por lo general sale por la mañana y regresa antes del mediodía. Simone depende.

Sabemos que tenemos que esperar días, no sabemos exactamente cuantos. Es mejor no pensar en ello. Hacerlo es inútil, una pérdida de energía. Los pronósticos se repiten día tras días, el mismo frío y viento fuerte en altura, que nosotros podemos ver desde aquí. Así que lo mejor es pensar día a día, en hoy, y si acaso mañana lo más.
Para tratar de explicar lo que se siente aquí, en estos días de espera, podéis tratar de pensar en algún momento de vuestras vidas en el que, queráis o no, os veais obligados a hacer algo. Un largo viaje de negocios fuera de casa. El servicio militar. Una estancia en el hospital. Y en los rituales en los que nos apoyamos para superar esas situaciones. La repetición de acciones, pasos, momentos. Se trata de no pensar. Uno se aferra a la higiene personal, a los horarios de comidas y cenas, a la llamada telefónica del día, siempre a la misma hora. Uno se aferra al café, los paseos, a las rutas de regreso siempre por el mismo sitio, uno resiste con las rutinas que se repiten, te aferras a cualquier cosa. La lectura de un libro, la escritura, poner sobre el papel algunas notas o alguna idea para cuando estemos de regreso en casa.
Lo que ocurre es que hoy en día todos tenemos una idea distorsionada del compromiso y la progresión. Estamos tan convencidos del funcionamiento del mecanismo problema/solución en el que se basa la civilización tecnológica que pensamos que para progresar, en cualquier caso, en cualquier condición, es suficiente con proporcionar más fuerza, más y más energía.
Pero para hacer, o simplemente soportar, ciertas cosas que comunmente definiríamos como difíciles a veces sólo hay que saber esperar y ser paciente. Resistir. Permanecer tranquilos, gastar la menor energía posible, como hacen los árboles en invierno o los animales que hibernan. O como los ultramaratonianos, o como los ingresados en el manicomio. A veces sólo hay que saber resistir, y sobre todo, trabajar lo mínimo, esperar.
Puede sonar raro, poco heroico, poco adrenalínico -maldita palabra, adrenalina-, poco televisivo y poco narrable en una época de comunicación híper-rápida e híper-breve, pero así es.
Con los inviernos no se lucha, a los inviernos no se les vence. Los inviernos se pasan. En invierno se resiste. Nada más que eso.”
Créditos:
Daniele Nardi
TheNorthFaceEU/Emilio Previtali
TheNorthFaceEU/David Göttler
TheNorthFaceEU/SimoneMoro
Emilio Previtali
Información cortesía The North Face